miércoles, 17 de abril de 2013

Alarcos 1195






En 1195 tuvo lugar en el cerro de Alarcos, a orillas del río Guadiana a 8 Km. de Ciudad Real, en pleno verano español, una de las batallas más decisivas para la Historia de España. Durante la Baja Edad Media la zona de La Mancha, y en concreto lo que hoy es Ciudad Real, se convierte en frontera entre la Andalucía musulmana y el Reino de Castilla. Es en este contexto es en el que se produce la Batalla de Alarcos.
Por su situación en el centro del camino entre Toledo y Córdoba, el cerro de Alarcos, fortificado con un castillo, se convierte en una posición geoestratégica. Que será disputada por ambos bandos.
En el año 1147 el Rey de Castilla y León Alfonso VII toma la importante Fortaleza musulmana de Calatrava, en Carrión de Calatrava a unos 8 Km. de Ciudad Real, que era el centro más importante de la zona.
A la vez toma el castillo de Alarcos y para defenderlo, se lo encomienda a la Orden de los Templarios en 1150, que tras un tiempo lo abandonan.
La chispa que provocó la batalla de Alarcos, fue sin embargo, una incursión de tropas cristianas mando del Arzobispo de Toledo Martín López de Pisuerga, cuyo fin era la reconquista del suelo andaluz y la expulsión de los musulmanes y que llegó hasta Sevilla, provocando la ira del Califa almohade Yusuf II, que decidió contraatacar en dirección a Toledo, enterado de esto el Rey de Castilla Alfonso VIII reunió sus tropas y se encaminó hacia el sur en dirección a Córdoba.Fue en mitad del camino, el 19 de julio, ambas fuerzas contendientes chocaron.

El ejército del Califa Yusuf Al-Mansur estaba formado por voluntarios andaluces y Benimerines asi cómo por la nobleza Almohade. Su número se estima en unos 30.000.

El ejército de Alfonso VIII, estaba formado por mercenarios, los Caballeros de Toledo y los Caballeros de las Ordenes Militares de Calatrava Santiago así cómo por voluntarios portugueses de la Orden de Evora. Su número se estima en unos 10.000.
El núcleo del ejército musulmán era su caballería ligera con arqueros y el núcleo del ejército cristiano era su caballería pesada con jinetes y caballos con armadura. Además los Almohades incorporaban dos adelantos tácticos muy importantes: La Ballesta masivamente y la Milicia o Movilización General de todos los hombres disponibles, lo que les daba superioridad númerica frente a los ejércitos cristianos de la Peninsula Ibérica, que estaban formados por Mercenarios y Militares profesionales tales cómo las Órdenes Militares y los Caballeros, pero que eran muy pocos en número en comparación.

En la madrugada del día 19 y tras esperar 1 día los refuerzos de sus aliados, la impaciencia y la imprudencia de Alfonso VIII, hizo que ordenase el ataque sin esperar a los Reyes de Aragón, Navarra y León, que le hubiesen dado con sus tropas la superioridad numérica y posiblemente la victoria. Así tras un día esperando acampados en el cerro bajo sol abrasador de julio, con sus pesadas armaduras y cotas de malla; los castellanos tenían sed, y la comida escaseaba, ante el riesgo de enfermedades y bajas por el calor y temiendo que los musulmanes se reagrupasen, ya que Almansur había escondido en los cerros cercanos gran parte de sus tropas. Ante esto, ordenó el ataque.


En un principio la caballería Castellana al mando del Alférez de Castilla Don Diego López de Haro, cargó cerro abajo contra la infantería musulmana, que estaba en el llano, destrozándola y casi aniquilándola, causando grandes perdidas a los musulmanes, pero estos, tras un movimiento de sus arqueros y una salida desde sus escondites en los cerros de alrededor de fuerzas con las que no habían contado los castellanos, iniciaron un violento contraataque.

Tras rodear la caballería ligera musulmana a la caballería pesada Castellana, en una maniobra de tenaza, según las crónicas, por completa sorpresa, las flechas de los Ballesteros Almohades y de los arqueros Guzz a caballo, causaron grandes estragos en la caballería Castellana además de a su infantería de apoyo, pues estos con sus caballos armadas y cogidos entre el cerro y el río, no podían literalmente moverse ni maniobrar y fueron, “cazados” y asaeteados, hasta que unos pocos pudieron retroceder y llegar al castillo ya muy tarde para reagruparse y contraatacar, pues los musulmanes habían rodeado también el campamento desde el cercano cerro a la derecha del de Alarcos y amenazaban con rodearlos totalmente y no dejar escapatoria hacia Toledo.

La lucha se prolongó desde el amanecer hasta el mediodía, en que los musulmanes lograron penetrar en el campamento Castellano, hasta la tienda del rey castellano, que estuvo a punto de perecer en la contienda.

El Rey Alfonso VIII tuvo que huir al galope hacia el castillo de Malagón, dejando al mando al Alférez de Castilla, Don Diego López de Haro, que se refugió con 5.000 de sus tropas en el castillo de Alarcos, para salvarse, tuvo que entregar 12 Caballeros rehenes a los Almohades en señal de que pagaría el cuantioso Rescate fijado por Al Mansur, además en la batalla fueron capturados 4.000 prisioneros que fueron liberados, además de permitir la retirada de las tropas castellanas.

Fue una gran derrota para los Castellanos, sufriendo más de 1.000 muertos en combate por una mala estrategia de Alfonso VIII y de sus consejeros políticos y militares, que claramente se precipitaron y menospreciarion el potencial y la estrategía de los Almohades.
Para los Calatravos su primera batalla fue una gran masacre, perecieron en combate cubriendo la retirada de su Rey gran número de sus Caballeros que desde ese día y en homenaje cambiaron su Cruz Negra por una Cruz Roja, por la sangre derramada, aunque esto no fue oficial en la uniformidad hasta principios del siglo XIV.

También murieron en la batalla los Obipos de Avila, Segovia y Sigüenza; así como los Maestres tanto de la Orden de Santiago y de la portuguesa Orden de Évora.

Las pérdidas también resultaron elevadas para los musulmanes. No sólo el Visir, si no también el Comandante de los Benimerín perecieron en la batalla.


Además, tras la derrota de Alarcos los enfurecidos musulmanes mataron a los habitantes de la cercana aldea del Pozo de Don Gil, hoy Ciudad Real, y asaltaron y mataron a los supervivientes Calatravos de la batalla que se habían refugiado en su Fortaleza de Calatrava, quedando esta en poder musulmán.







domingo, 21 de octubre de 2012

Poitiers 732 dC





Tras la derrota visigoda en Guadalete en el 711, la Hispania Visigoda estaba fragmentada en una lucha interna por alcanzar el trono de Toledo, lo que favoreció la expansión de las tropas musulmanas de Tarik y la toma de la capital visigoda por este. Posteriormente nuevas fuerzas musulmanas cruzaron el estrecho de Gibraltar y se continuó con el expansionismo bereber por la Península Ibérica.


 Las fuerzas musulmanas también penetraron en la septimania Franca pero fueron derrotados en la batalla de "Tolosa" en el 721 por el duque de Aquitania, pero permanecieron en la zona estableciendo su capital en la actual ciudad de Narbona.

Las fuerzas bereberes continuaron realizando incursiones en el territorio aquitano de Eudes, que se encontraba también amenazado por el norte por las fuerzas francas de Carlos Martel. Por ello Eudes entregó a su hija en el 730 en matrimonio a ibn-Naissa "Muzuna" y la zona quedó pacificada. Este último se rebeló contra Al-Gafiki, valí de Al-Ándalus, pero fue derrotado y las tropas de Al-Ándalus continuaron hacia Burdeos. Eudes reunió un ejército para frenar a los nuevos invasores pero fue derrotado y la ciudad saqueada, cientos de habitantes fueron tomados como prisioneros y posteriormente ejecutados: las crónicas de la época comentan que el rio Garona se tiñó de rojo durante días.

Eudes entonces negoció un acuerdo con Carlos Martel al acceder a convertirse en vasallo de éste.
 Las fuerzas de Al-Gafiki tras abandonar Burdeos se dirigieron hacia el rio Loira y la ciudad de Tours, a la que pensaban dar el mismo tratamiento que a Burdeos.

 Estiraron en demasía sus líneas de suministros lo que aprovechó Carlos Martel para tenderles una trampa cerca de Poitiers, entre la confluencia de los ríos Clain y Vienne, con un ejército estimado (en la época) de unos 75.000 hombres y reducido actualmente a unos 30.000.


Carlos situó a su ejército en un lugar por dónde esperaba que pasara el ejército musulmán, en una posición defensiva. Es posible que su infantería conjuntada, armada con espadas, lanzas y escudos formaran una formación del tipo falange. Según las fuentes árabes, se dispusieron formando un gran cuadro. Ciertamente, dada la disparidad entre los dos ejércitos —los francos eran casi todos soldados de infantería en tanto que los musulmanes eran tropa de caballería, ocasionalmente con armadura— Carlos Martel desarrolló una batalla defensiva muy brillante. En un lugar y en un tiempo escogidos por él, disponía de una fuerza muy superior a la de sus adversarios, derrotándola.








Durante seis días, los dos ejércitos se vigilaron con sólo escaramuzas menores. Ninguno de los dos ejércitos quería atacar. Los francos estaban bien equipados para el frío y tenían la ventaja del terreno. Los árabes no estaban tan bien preparados para el frío, pero no querían atacar a un ejército franco superior en número. La batalla empezó el séptimo día, puesto que Al Gafiki no quería posponer la batalla indefinidamente.

Al Gafiki confió en la superioridad táctica de su caballería, y la hizo cargar repetidamente. Sin embargo, esta vez la fe de los musulmanes en su caballería, armada con sus lanzas largas y espadas, que les había dado la victoria en batallas anteriores, no estaba justificada. En una de las raras ocasiones en las qué la infantería medieval resistió cargas de caballería, los disciplinados soldados francos resistieron los asaltos, pese a que, según fuentes árabes, la caballería árabe conseguió romper el exterior del cuadro franco varias veces. Pero a pesar de esto, la fuerza franca, numéricamente superior, no se rompió.

Según una fuente franca, la batalla duró un día —según las fuentes árabes, dos. Cuando se extendió entre el ejército árabe el rumor de que la caballería franca amenazaba el botín que habían tomado en Burdeos, muchos de ellos volvieron a su campamento. Esto, al resto del ejército musulmán le pareció una retirada en toda regla, y pronto lo fue. Mientras intentaba frenar la retirada, Al Gafiki fue rodeado y finalmente muerto, y los musulmanes volvieron a su campamento.

Al día siguiente, cuando los musulmanes no volvieron a la batalla, los francos temieron una emboscada. Sólo tras un reconocimiento exhaustivo del campamento musulmán por parte de los soldados francos se descubrió que los musulmanes se habían retirado durante la noche.

El ejército árabe se retiró al sur, más allá de los Pirineos. Carlos se ganó su apodo Martel (martillo) en esta batalla. Continuaría expulsando los musulmanes de Francia en los siguientes años.

sábado, 20 de octubre de 2012

Cinoscefalos, 197 a.C






Esta batalla acaecida en Teselia  en el año 197 aC y en el marco de la Segunda Guerra Macedónica confirmó la supremacía de la legión romana frente a una ya obsoleta falange macedónica.

En los alrededores de la ciudad de Feras, ambos ejércitos se buscaban sin éxito. Los romanos habían iniciado su campaña reforzados por 6.000 infantes y 300 jinetes romanos y latinos, también habían llegado 200 jinetes numidas y 10 elefantes norteafricanos. Flaminio había traído consigo 3.000 veteranos de la guerra en África, hombres que con una experiencia inestimable suplirían con creces las bajas de las anteriores campañas. En total serian alrededor de 20.000 hombres a los que debemos sumar 6.000 de infantería etolia y 400 jinetes también etolios (según Tito Livio).
Filipo que hasta el momento había manejado tropa liviana (macedonios, aliados griegos, o mercenarios) debido al tipo de operaciones llevadas a cabo hasta el momento (mas del tipo de una “guerra de posiciones”) había llevado las de perder contra unos romanos mas aptos o mejor armados para este tipo de lucha. Nunca sus macedonios habían podido adoptar sus formaciones de falanges y habían tenido que padecer a unos durísimos romanos superiores en la lucha a corta distancia tanto en la tropa pesada como en la liviana.
Ahora el rey macedonio maniobraba sus aproximadamente 22.000 hombres para obligar al romano a entablar batalla en situación favorable para las Falanges Macedonicas. Lo complicado de la situación no había permitido a Filipo reclutar la suficiente cantidad de tropa liviana, de proyectil y de caballería, contando con la mitad de lo aconsejable. Aun así se sentía confiado.

Mientras la caballería "etolia" le da una nueva victoria a los romanos sobre las avanzadillas macedonias, Filipo decide moverse a Scotusa, para “para proveerse allí de alimentos”, según Polibio. El irregular territorio hizo que ambos ejércitos se perdieran de vista, buscándose durante dos días. Las fuentes abundan en detalles, y coinciden en que el tercer día amaneció brumoso, lo que aumento el desconcierto de ambos ejércitos.

“Al siguiente, al amanecer después de una noche húmeda y lluviosa, degenerando las nubes en niebla, ocupó toda la llanura una oscuridad profunda, y descendiendo de las alturas un aire espeso por entre los ejércitos, desde el punto de rayar el día ocultaba las posiciones.”  Plutarco "vidas paralelas - Tomo III. Tito Quincio Flaminio VIII.

Ambos contendientes deciden acampar, quiso la suerte que ambos lo hicieran cada uno a los lados de la colina de Cinoscefalos, a pocos kilómetros unos de los otros. Según Polibio, Filipo envió a ocupar la cumbre de la colina que lo separaba sin saberlo del romano, y Flaminio destaco “diez escuadras de caballería y mil hombres de infantería ligera, con orden de explorar y recorrer con cuidado la campiña”. Ambas fuerzas se encontraron mientras exploraban (Polibio dice que los romanos fueron emboscados) y trabaron lucha, enseguida de ambas partes partieron emisarios hacia sus generales. Los romanos al parecer salían mal parados de la situación y eran castigados con dureza. Entonces “Flaminio animó a marchar allá a Arquedamo y a Eupolemo, ambos etolios, y les dio dos tribunos con quinientos caballos y dos mil infantes” (Polibio) en apoyo de la fuerza exploradora lo que inclino la lucha para el lado romano. Flaminio entonces saca sus tropas y los ubica en formación de batalla con la intencion de sostener a los suyos.



Caballería teselia



Viendo el gran numero de tropa liviana que acumulaba el romano Filipo vio la ocasión de sacar buen provecho de tal situación y asestar un duro golpe a los romanos enviando al sitio fuerzas de apoyo.

“Pero entonces, informado de lo que sucedía por los que venían, y empezando ya a aclarar la niebla, llamó a Heráclidas de Girtonia, comandante de la caballería tesalia, a León, prefecto de la Macedonia, y a Atenágoras, que tenía bajo sus órdenes todos los soldados mercenarios, menos los traces, y los desatacó al socorro. Con este refuerzo, aumentadas en gran manera las fuerzas de los macedonios, dan sobre el enemigo y le vuelven a desalojar otra vez de las eminencias.”

Nuevamente son desalojados los romanos del sitio por lo que Filipo decide salir  entonces de su campamento y reuniendo tropa pesada se dirigió al lugar para profundizar lo que parecía una fácil victoria, tomando así el flanco derecho de su ejercito, mientras ordenaba a Nicanor despliegue el resto de la tropa en la cima de la colina en el flanco izquierdo.
La caballería etolia que lucho enconadamente impidió que los romanos fueran arrastrados hasta el valle, puesto que estos “en ese momento era lo mejor en Grecia, aunque en la infantería fueron inferiores a sus vecinos” (Tito Livio). Entonces el cónsul se dirigió a sus hombres con estas palabras:
"Compañeros, les dijo, ¿no son éstos aquellos macedonios que, bajo la conducción de Sulpicio, forzasteis a cuerpo descubierto en las gargantas de Eordea que tenían tomadas, desalojasteis de aquellos elevados puestos y de los cuales matasteis un gran número? ¿No son éstos aquellos mismos que, apostados en los desfiladeros del Epiro, lugar impenetrable en la opinión de todos, arrojó vuestro valor, hizo emprender la huida y tirar las armas, sin parar hasta meterse en la Macedonia? ¿Temeréis ahora a estos mismos, cuando vais a pelear con fuerzas iguales? ¡Qué! ¿Os hará más pusilámines... la memoria de lo pasado o por el contrario os inspirará más confianza? Ea, pues, compañeros, animaos los unos a los otros, y entrad en la acción con denuedo. Vivo en la confianza que el éxito de esta jornada corresponderá al de las anteriores, con la voluntad de los dioses."
Polibio de Megalópois. Historia Universal bajo la República romana tomo III, libro XVIII, capitulo I.

Dicho esto, ordenó al ala derecha que no se moviese del puesto, ni los elefantes que se hallaban delante; y él con la izquierda se dirigió arrogante al enemigo. En esta ala estaban los vélites que habían escaramuceado antes, viéndose ahora apoyados de las legiones, volvieron a atacar con fuerza al contrario rechazándolos nuevamente. Filipo, que avanzaba victorioso, encaraba la pendiente de la colina cuando, al contrario de lo que el mismo esperaba, se topa con sus unidades en retirada, y para peor, advierte la presencia de todo el ejército romano en perfecta formación de batalla, evidentemente las cosas no eran como pensaba.



La Batalla. Chocan los ejércitos





No había mucho tiempo para planteos sofisticados, ambos ejércitos estaban cara a cara. Mientras todavía sus tropas seguían saliendo del campamento y con su flanco aun evolucionando en el terreno, Filipo decide lanzarse sobre la izquierda romana que avanzaba. De alguna manera quería aprovechar la sorpresa por saberse mejor situado (pues tenia la pendiente del terreno a favor) además de contar con la acumulación de tropa liviana que se había producido allí, pero sobre todo evitar que el desconcierto de sus unidades que venían en derrota, se traslade al resto del ejercito. Ubicándolos a la derecha de la falange (los de acaballo y a pie), a esta le ordena doblar en profundidad, dejar en el suelo a las sarissas y, asaltar de frente la formación romana que se aproximaba mientras los auxiliares tomaban el flanco enemigo.




Flaminio retira a los velites del campo, emprende la subida de la colina y se viene a las manos. Entonces ocurrió el choque, las palabras dejan ahora su lugar a los hechos, el enfrentamiento que todo el mediterráneo esperaba, se lleva a cabo finalmente, Falange y Legión se encuentran cara a cara.

Pronto los hombres de Filipo le demostraron a su rey lo que valían, “desde lugares elevados lo más fuerte de sus tropas, de manera que aun los más esforzados de aquellos no podían sostener lo pesado de su apiñamiento y la violencia de la acometida” (Plutarco), empujaron terreno a bajo a unas legiones que poco podían hacer en tal situación frente a enemigo de tal calidad (creo tener argumentos para suponer que luego del choque inicial, los hombres de Filipo formaron falange utilizando sus sarisas) y superados también por los flancos, comenzaron entonces a ceder terreno, aunque no rompieron filas.


Filipo V de Macedonia

Pero en el otro flanco la situación para Filipo no podía ser peor. Allí, algunas de sus tropas todavía buscaban posiciones y otras recién salían del campamento todo esto sin apenas cobertura de caballería o tropa liviana. En cambio el flanco derecho romano, todavía esperaba su momento en perfecta formación de batalla. Inteligentemente, Flaminio se dirigió allí y encabezo un furibundo ataque al ala izquierda macedonia a la cual sorprendió en desorden y derroto sin dificultad. La victoria en ese flanco fue total para los romanos, que se ensañaron con los macedonios pasando a cuchillo unidad tras unidad. Como si fuera poco para los pobres macedonios, ya incapaces de oponer resistencia por su equipamiento pesado, los elefantes se lanzaban sobre ellos, sin siquiera atreverse a enfrentarlos huyeron perseguidos por los romanos.

Cuentan las fuentes que un romano (Tribuno, según Polibio) “que no tenía consigo más que veinte compañías (o manipulos)”, medito sobre lo que era mejor en aquel momento y tomando a sus hombres arremetió por la espalda al flanco derecho Macedonio que avanzaba victorioso: “Como en la formación de la falange no se puede hacer frente por detrás ni combatir de hombre a hombre, el tribuno carga sobre los primeros que encuentra, y los macedonios, sin facultad para defenderse, se ven precisadas a arrojar las armas y emprender la huida. A esto contribuyó asimismo el haberse vuelto contra ellos por el frente aquellos romanos que antes iban huyendo.” Polibio de Megalópolis. Historia Universal bajo la República romana. Tomo III, libro XVIII, capitulo I.

En este punto medito sobre el verdadero alcance de la victoria macedonica en ese sector del campo de batalla, esta muy claro  que empujaba barranca abajo a los romanos y que, de no ocurrir el desastre de su flanco izquierdo, muy probablemente hubiera alcanzado la victoria ese día. Sin embargo, hay que reconocer que pocas fuerzas de aquel entonces estaban en condiciones de recuperarse cuando iban siendo derrotados por la falange, lo mas común era que rompieran filas y se retiraran del campo, pero las legiones romanas de aquel día, si bien retrocedían, se mantuvieron firmes y pudieron aun presionar de frente a las falanges una vez se llevo a cabo la maniobra del Tribuno. Los macedonios no pudieron resistir este doble ataque, se detuvieron y comenzaron a flaquear.

Filipo entonces fue avisado de lo que ocurría en el otro flanco, su sorpresa fue evidente cuando al retirarse hasta una colina cercana para poder ver lo que ocurría, advirtió como las enseñas enemigas copaban todo el campo de batalla y que lo que el pensaba era una fácil victoria, tornaba en derrota aplastante. Tomo entonces la tropa que pudo y se retiro velozmente hacia Macedonia.

Flaminio persiguió cuanto pudo a los macedonios tomando cerca de 5.000 prisioneros, mientras que 8.000 macedonios encontraron la muerte ese día. Entro los romanos se contaron alrededor de 700 bajas según las fuentes.

La persecución se vio interrumpida por una disputa con los aliados etolios, que saquearon el campo macedonio privando a los romanos de un importante botín, situación que favoreció a Filipo para poder escapar. Filipo rápidamente capitulo pactando una rendición incondicional, que pudo evitar que Flaminio continuara la guerra. Sin embargo el verdadero motivo del abandono de la ofensiva romana se debió en gran medida a la repentina aparición en Jonia del ejército de Antioco III.

Macedonia así se salvo de su destrucción, aunque pensándolo bien, es probable que a Flaminio le interesaba mantener un referente claro en la siempre difícil Grecia, mas aun, si este ahora era aliado a Roma.
Esta alianza permitió a Filipo reconstruir a Macedonia, empobrecida luego de años de guerra (no solo con Roma, sino también la llevada acabo contra Egipto) dejando a su heredero, su hijo Perseo, un reino fuerte y preparado para un capitulo mas en su guerra contra Roma.
 

 

miércoles, 13 de julio de 2011

Yarmuk, agosto de 636







La batalla de Yarmuk fue, junto con Mazinkert en 1071, una de las derrotas más sonadas del Imperio Romano de Oriente. En el caso de Yarmuk, significó la pérdida definitiva de la provincia de Siria

El profeta Mahoma había fallecido cuatro años atrás. Los árabes musulmanes, surgidos de la desértica Arabia, comenzaban a avanzar por todo Oriente Medio. El Imperio Romano oriental, más conocido como Imperio Bizantino, había perdido Siria y la plaza fuerte de Damasco hacía tres años, en el 633. Palestina y la zona del Jordán no tardaron en caer en manos musulmanas.

El emperador romano Heraclio comenzó entonces a reunir un gran ejército para expulsar a los musulmanes del territorio imperial. El tamaño de dicho ejército es fruto de controversia, y se han barajado cifras desde los 20.000 a los 100.000 hombres. Lo que es seguro es que el ejército de Heraclio era una mezcolanza de nacionalidades e intereses que no ayudaría a la causa imperial. El rey de Armenia, Mahan ( o Jaban ) fue nombrado comandante en jefe.

Para enfrentarse a esta formidable fuerza los musulmanes contaban con menos tropas, divididas en cuatro ejércitos repartidos por Palestina, Jordania, Cesarea y Emesa. El plan del emperador era aprovecharse de esta situación y, uno por uno, acabar con todos los ejércitos musulmanes.

Las fuerzas imperiales comenzaron su avance al finalizar la primavera del 636. Los musulmanes lograron conocer los planes del emperador, por lo que, siguiendo el consejo del general Jalid Ibn Al Wadi , las fuerzas de Siria y Palestina se replegaron para presentar una mejor defensa a la gran masa de tropas enviada por el emperador. En las estribaciones del río Yarmuk el ejército musulmán levantó una serie de campamentos y esperó a su enemigo.



El emperador Heraclio intentó negociar con los musulmanes sin resultado alguno. Aunque inferiores en número, las tropas de Jalid ibn Walid tenían una moral inquebrantable basada en la fe que profesaban al profeta Mahoma.

Los cuatro ejércitos de Mahan se desplegaron a lo largo de la planicie, formando una larga línea de varios kilómetros. Tras un consejo entre las autoridades musulmanes, Ibn Walid, conquistador de Bagdad, fue elegido comandante en jefe. Reorganizó al ejército en regimientos y guardó a parte de la caballería ligera musulmana como reserva.

Durante seis días el ejército imperial y las tropas musulmanes se batieron incansablemente, sin apenas descanso. Los primeros ataques de Mahan fueron rechazados, pero en el tercer día de combates la superioridad bizantina logró poner en retirada a parte de los musulmanes. Sin embargo Jalid reaccionó rápidamente, y utilizando su reserva de caballería logró estabilizar la situación y rechazar nuevamente a las fuerzas de Mahan Las bajas fueron muchas en ambos bandos.

Cuando los armenios, apoyados por los musulmanes cristianos de Jablalograron romper las líneas musulmanas, Jalid Ibn Walid taponó la brecha con su reserva de caballería. El ala izquierda estuvo a punto de sucumbir ante el empuje bizantino, pero Iramah bin Abu-Yahal al mando de un regimiento musulmán que había jurado morir antes que retroceder, logró resistir hasta que el ataque fue contenido. Pocos fueron los soldados del regimiento que sobrevivieron.

El último día de batalla unos agotados bizantinos se dispusieron de nuevo a hacer frente a los musulmanes.Ibn Walid atacó con infantería y caballería el ala izquierda bizantina, mientras que con un regimiento de caballería mantenía a raya la caballería bizantina que debía apoyar a los eslavos que componían dicha ala. Jaban trató de reunir a su caballería y rechazar el ataque, pero Jalid fue más rápido y atacó con su caballería a unos caballeros bizantinos tratando de presentar una formación compacta. La caballería bizantina se batió en retirada, con lo que los musulmanes se concentraron en atacar al grueso del ejército de Jaban los armenios. Sin apoyo de la caballería, y prácticamente rodeados, los recios armenios no tuvieron más remedio que retirarse también. El ejército bizantino comenzó a disgregarse.



La mayor parte de tropas imperiales trataron de salvarse alcanzando un vado cercano, pero Jalid había apostado la noche anterior a 500 caballeros para cortar la retirada a los bizantinos. Los musulmanes finalmente pusieron a las fuerzas bizantinas contra el Yarmuk con lo que un caos absoluto se apoderó de las fuerzas de Jaban . La batalla estaba perdida para los bizantinos; Ibn Walid, que se había mostrado como un gran táctico, había llevado a sus tropas a la victoria. Finalizada la batalla, Jalid logró dar alcance cerca de Damasco a Jaban y las pocas tropas que habían podido huir. Los musulmanes atacaron y acabaron con Jaban y sus supervivientes. Damasco estaba de nuevo en manos de los árabes.

Las consecuencias de la batalla fueron muchas. Pocos años después Imperio Romano oriental perdía el control del vital y estratégico de Egipto , lo que abrió la puerta del norte de África a un rápido avance musulmán que culminó con la invasión de la Península Ibérica en el 711. La península de Anatolia se convirtió en frecuente zona de pillajes y ataques musulmanes, y la propia capital del Imperio, Constantinopla, llegó a ser puesta bajo asedio, en el primero de los muchos intentos de tomar la capital. El abocamiento de recursos para frenar a los musulmanes abrió las puertas de los Balcanes a diversos pueblos eslavos.

En general, las grandes ciudades desaparecieron, como lo habían hecho en el Imperio Occidental, en favor de pequeños bastiones y castillos, más fáciles de defender. La cultura romana cayó así en un lento proceso de degradación.

sábado, 15 de enero de 2011

Nördlingen, 5-6 septiembre de 1634. Brillante victoria imperial.









La victoria de Lützen en 1632 por el ejército sueco contra las filas imperiales estuvo lastrada por la muerte del genial e innovador monarca Gustavo Adolfo.
Los imperiales retomaron la iniciativa, pero aún sin rey, el ejército sueco era una fuerza muy digna de tener en cuenta.

Las tropas imperiales, bajo mando del Rey de Hungría Fernando, futuro emperador Fernando III de Augsburgo, intentan liberar la zona del sur de Alemania (Suabia), donde liberan las ciudades de Regensburg y Donauworth.
El ejército español, al mando del Cardenal Infante Fernando de Austria, hermano de Felipe IV, se dirigía a Flandes, donde el infante, había sido nombrado gobernador. En su camino, y para asegurar la ruta desde Italia, debía dejar guarniciones, y de paso, ayudar a los imperiales a rechazar a los protestantes.
A pesar de los esfuerzos suecos, los dos ejércitos se reunen al sur de Nordlingen, custodiada por una guarnición sueca, en septiembre de 1.634.


Los generales suecos, Weimar y Horn, propugnaban dos posibilidades distintas.
Weimar, propugnaba atacar al ejército enemigo formado por tropas imperiales, españolas y de la liga católica (alemanes), tras varios años en los que el sistema militar sueco se había mostrado superior al utilizado por los imperiales.

El ejército sueco, con las reformas del "león del norte" (Gustavo Adolfo) había barrido a sus enemigos en prácticamente todos los combates que se había enfrentado. En ellos habían participado en pequeño número, algunos Tercios españoles (italianos sobre todo) y también habían sido derrotados. Esto llevó a juzgar a los generales suecos, a todos sus enemigos iguales a los que habían derrotado y les llévó a subestimar a los "desharrapados" soldados españoles.

Weimar, por lo tanto, propugnaba atacar de inmediato, pués sus informes cifraban las tropas del Cardenal Infante en 5.000 soldados, en lugar de los aproximadamente 12.000 con que contaba el hermano de Felipe IV.



Horn, por el contrario, pretendía esperar a los refuerzos que estaban en camino desde el norte.
Pero la decisión de Oxenstierna, regente de Suecia tras la muerte del Rey, de presentar batalla, para terminar cuanto antes los asuntos en Alemania y poder dedicarse a los problemas económicos que azotaban Suecia tras la larga guerra, junto con la previsible pérdida de prestigio que conllevaría la pérdida de Nordlingen, ante la pasividad de las tropas suecas, llevaron a la decisión de atacar a sus enemigos.


Mientras, las tropas imperiales realizaban varios asaltos contra la ciudad de Nordlingen.

Pero la guarnición sueca pudo aguantar las embestidas y evitó la caida de la ciudad, intentando ganar tiempo para la llegada del ejército que presentían próxima.

Los altos mandos aliados, Cardenal Infante, marqués de Leganés, marqués de los Balbases por España, Fernando de Hungría, Octavio Piccolomini, Gallas por el Imperioy el duque de Lorena por la Liga católica, no querían avanzar dejando en su retaguardia una plaza fuerte ocupada por el enemigo. Si no, deberían dejar una fuerte guarnición para evitar sorpresas, por lo que decidieron dar un asalto definitivo.

Al amanecer del 5 de Septiembre de 1.634, las tropas aliadas se preparan para dar un nuevo asalto, cuando la caballería ligera croata, actuando como los ojos y los oidos del ejército, informa que el ejército sueco avanza rápidamente contra ellos.

Fernando de Hungría y el Cardenal Infante, ordenan a sus tropas prepararse para la inminente batalla.


Tan solo dos tercios de españoles estaban presentes, por lo que históricamente esta batalla se ha dado a conocer como un triunfo imperial.



Los dos tercios españoles sumaban unos 3.200 hombres, pero no eran unos soldados cualquiera.
Había gran cantidad de "soldados viejos", veteranos de muchos de campaña. Muchos oficiales militaban ahora como simples soldados, al haberse quedado sin unidades que mandar.

Su comportamiento en la batalla que se avecinaba, demostraría que se puede considerar a estas tropas como una de las unidades militares más efectivas de la historia de la humanidad.


El día 6, Las tropas suecas llegaron a las proximidades del despliegue católico. Tenían dos objetivos, la colina Hasselber y sobre todo la colina Albuch.

Esta era la altura predominante de la zona, por lo que si lograban ocuparla e instalar las baterías, podrían acribillar todo el campamento y las posiciones de las tropas católicas. En el nacimiento de la colina, había un pequeño bosque.

El avance sueco fue más rápido de lo esperado, por lo que se lanzan a unos 3.000 jinetes imperiales para retardar su progresión. Mientras las tropas de infantería intentan ocupar posiciones defensivas.

Sabedores de la importancia de Albuch, se envían varias mangas de arcabuceros, 200 españoles, 200 italianos y 200 borgoñones, junto con varios dragones
. Contra los 3.000 jinetes imperiales, se produce una carga del ejército protestante.

La táctica sueca de la época, marcaba mezclar unidades de mosqueteros con los soldados de caballería. Parece ser que en Breitenfield, los imperiales habían utilizado ya la misma táctica, pero no en esta ocasión. Así, ante el ataque combinado de los jinetes y de los tiradores suecos, la caballería imperial debe retirarse con grandes bajas, pero a cambio ha logrado ganar tiempo para completar el despliegue. El repliegue se produce cuando ya empieza a declinar el día y comienzan las primeras sombras.

A la vez, se ha tomado sin mayores problemas la colina Hasselberg.
Weimar, ordena continuar el ataque, tras esta primera victoria. Jinetes e infantes protestantes se acercan al bosque, donde los arcabuceros españoles, italianos y borgoñones, se encuentran al mando del Sargento Mayor del Tercio de Fuenclara, Escobar. Éste, al darse cuenta de la que se le viene encima, ordena salir al llano, y comienza a realizar certeras descargas contra los enemigos.

El fuego de los mosqueteros del ejército de las Naciones es tan eficaz, que momentaneamente paraliza el avance sueco. El fuego era tan intenso, que los suecos decidieron instalar varias piezas de artillería delante del bosque para debilitar la posición de Escobar.

Mientras, parece ser que el Cardenal Infante, ordena mantener la posición a toda costa.
Mientras los arcabuceros combaten, se ordena asentar la artillería pesada en la colina Albuch, y se encarga de la defensa a dos regimientos alemanes, Salms y Wurmser. También, se envían 500 arcabuceros más para reforzar las fuerzas de Esocbar, que están siendo atacadas de continuo.

El Cardenal Infante, sabedor de la importancia de la colina Albuch, y sin duda dándose cuenta de la calidad de los regimientos alemanes, ordena colocar detras, al Tercio italiano de Toralto y unos 200 hombres del de San Severo, unos 1.000 hombres en total. La decisión del general español, se verá justificada a medida que se desarrollen los acontecimientos.

La noche ha caido y el combate en el bosque del nacimiento de Albuch continua. Entre la oscuridad, protestantes y católicos combate. A corta distancia, entre sombras, la potencia de fuego y la espada, pues se llega al cuerpo a cuerpo, de las tropas españolas, causa un elevado número de bajas a las tropas suecas.

Escobar, y el resto de capitanes, mantienen la posición a duras penas
.

Finalmente, a las once de la noche, un masivo ataque protestante, con 4.000 hombres, toma el control del bosquecillo. Sus bajas han sido elevadas, mientras que gran número de tiradores españoles logran retroceder hacia la cima de Albuch.

El Sargento Mayor Escobar es hecho prisionero e interrogado, pero Weimar no cree las cantidades de soldados que le informa el español. Los suecos piensan que las tropas españolas que se han reunido con el ejército imperial son mucho más inferiores de lo que cuenta el Sargento Mayor.



Ante los consejos pidiendo prudencia, de alguno de sus subordinados, Weimar, contesta, que le indiquen donde se encuentran esos desharrapados (españoles) para ir a acabar con ellos enseguida. Las victorias suecas habían concedido un sentido de menosprecio contra sus enemigos que jugaría en su contra.

Unidades de caballería italiana e imperiales despliegan en los flancos de Albuch, mientras se fortifica en la medida de lo posible, las posiciones de la artillería pesada, con vistas al ataque que se prevé para el día siguiente. Mientras, la reunión de generales católicos, se decide la táctica para el día siguiente, entre reproches por la pérdida del bosque. Pero el Marqués de Grana, general imperial lo tenía claro y comentó: "Señores, en esta batalla nos van muchos Reinos y Provincias, y así con licencia de su Majestad (Fernando Rey de Hungría), y Alteza Real (Cardenal Infante) diré lo que siento. El peso de la batalla ha de ser en aquella colina, y de los tercios que están en ella el uno es nuevo, que en su vida no ha visto enemigo, y así Señores, será necesario enviar allí un Tercio de Españoles, e irle socorriendo con más gente, conforme a la necesidad nos enseñare"

Acto seguido se ordenó al Tercio de Martín de Idiaquez que se dirigiera a la colina para colocarse en posición. A la vez, se hicieron los preparativos necesarios para ir reforzando, con mangas de arcabuceros y mosqueteros, principalmente, en caso necesario al Tercio.

A la mañana siguiente, cuando el Tercio español iba a ocupar su lugar en la colina, delante de uno de los Regimientos alemanes, su coronel, Wurmser, protestó al Cardenal Infante, alegando que tras más de 30 años de servicio a España no podía consentir formar en segunda línea.
Sí se le ordenaba, acataría la orden y dejaría sitio al Tercio de Idiaquez, pero abandonaría su puesto, cogería una pica, y combatiría como un simple soldado entre las filas del Tercio español.

Por lo tanto en primera línea se encontraban los dos Regimientos alemanes y el Tercio de Toralto. En segunda línea el Tercio de Idiaquez, y unos 1.000 jinetes italianos e imperiales, junto con varias piezas de artillería.
Resto de unidades a la derecha de la colina y a la izquierda mas escuadrones de jinetes.
El grueso del ejercito sueco, unos 10.000 hombres entre jinetes e infantes se dirigen hacia Albuch, al mando de Horn. Flanqueandolos por la derecha caballería y por la izquierda el resto de tropas al mando de Weimar.

El avance sueco empezó apoyado por su artillería, a la que se unió la de los defensores del Albuch intentando dificultar su avance.



Los protestantes avanzan con gran rapidez, lanzándose con fuerza contra los italianos de Toralto que rechazan este primer ataque combinado de infantería y caballería. En cambio los dos regimientos alemanes, son rotos por el empuje de los jinetes enemigos. Los dos regimientos retroceden en completa desbandada. La caballería napolitana ataca el flanco derecho del ataque protestante, logrando hacerlos retroceder.

Los oficiales de los regimientos alemanes logran contener, mal que bien, la huida de sus soldados gracias al ataque de la caballería.

Los suecos se reagrupan y vuelven a atacar, entre ellos, el famoso Regimiento Amarillo, que se lanzan contra el Tercio de Toralto, que mantiene su posición a pesar de la gran presión enemiga.
Los dos regimientos alemanes sufren un nuevo embite de los suecos, y esta vez no hay posibilidad alguna de retener a los soldados, que salen huyendo a pesar de los esfuerzos de sus jefes. El valeroso y leal Wurmser, muere en su posición intentando parar el avance sueco y Salm es gravemente herido, muriendo al día siguiente.

Se dió entonces uno de los casos que de vez en cuando se producían en las batallas de esta época. El Tercio de Toralto y el de Idiaquez acogen a algunos soldados que en lugar de huir quieren seguir combatiendo. Se acogen a su formación y se unen a sus compañeros. Pero esta, era siempre una maniobra arriesgada, pues una masa grande de soldados corriendo y huyendo, podía romper la formación, por lo que como era costumbre en la época (aunque había que ser veterano para lograrlo) los españoles e italianos, "ofrecen las picas" a aquellos que amenazan con romper su formación, quedando ensartados en las picas de sus compañeros, muchos que intentan huir.

La situación es grave. Tan solo el Tercio de Toralto resiste en medio de la marea sueca. Los protestantes han capturado también algunas piezas de artillería e intentan utilizarlas contra los católicos.

En ese momento el Tercio de Idiaquez entra en fuego.
Siguiendo la táctica que empleaban normalmente, el Tercio comienza a avanzar hacia las posiciones ocupadas por los suecos. Precedidos por mangas de arcabuceros, que salen del cuadrado de picas, la formación avanza despacio y con firmeza.

La lluvia de plomo de los arcabuceros y mosqueteros españoles hace retroceder a los suecos.
Recordar, que la verdadera potencia del Tercio estaba en sus tiradores. Ellos eran los que poseían la mayor capacidad ofensiva, y que fueron ellos, los que dieron a los Tercios, en gran medida su legendaria potencia de combate.

Los disparos y las picas españolas limpian las posiciones que ocupaban los dos regimientos alemanes. Entrando en línea con el Tercio de Toralto, los dos Tercios, reciben nuevos asaltos, principalmente de caballería.

Pero las picas y las armas de fuego se cobran un elevado peaje contra los jinetes protestantes.
Los dos primeros ataques han sido rechazados.
Se colocan en posición varias piezas, para batir a los dos Tercios, mientras que la artillería de la colina responde a su vez.
El Cardenal Infante y el resto de oficiales superiores ven que el esfuerzo principal (y casi único) del enemigo ha sido dirigido contra la colina de Albüch, por lo que se envían varias mangas de arcabuceros de los otros Tercios italianos, para reforzar al Tercio de Toralto que lleva más tiempo combatiendo. Del mismo modo, más escuadrones de jinetes se envían a las proximidades de la colina.

Se inicia un tercer ataque contra las posiciones españolas y las proximidades de la colina.
En el lateral derecho de la colina, se encuentran varias unidades de la Liga Católica, que deben retroceder su posición.
En cambio, el nuevo asalto, con gran caballería, contra los dos Tercios en lo alto de la cota, no logra nada. Italianos y españoles se mantienen en sus puestos,imperturbables.
Pero la retirada de las unidades de la Liga Católica, ponen en peligro la colina, por lo que la caballería se compromete de nuevo para restaurar la posición y los borgoñones de estas unidades se recuperen y ocupen de nuevo su posición.

A las siete de la mañana, nuevas mangas de arcabuceros llegan para reforzar a los dos valerosos Tercios, mientras el resto de unidades se aproximan a la base de la colina, para dificultar la subida de las unidades.




Nuevos asaltos se producen contra los dos Tercios. Las laderas de Albuch están repletas de cadáveres.
En ambos flancos de la colina, unidades de caballería de ambos bandos combate duramente. Tan pronto cobran ventaja los imperiales como los suecos. Todo parece apuntar a que la victoria la logrará quien domine la colina, más ya que por su valór táctico, porque se ha convertido en la fijación de los dos ejércitos.
Los suecos desvían más unidades hacia ese objetivo.
El Tercio de Martín de Idiaquez y el de Toralto aguantan nuevos ataques de jinetes e infantes... cuatro, cinco, seis, siete, ocho ataques son rechazados sin que los Tercios retrocedan ni una pulgada.
Los suecos se obsesionan con esa colina y con esos "desharrapados" a los que pensaban arrollar.
Incapaz de mantener la inactividad, el Duque de Lorena, de fogoso temperamento, ordena cargar a su unidad. Son jinetes de armadura completa, reminiscencia de los caballeros medievales.
Los nobles pesadamente acorazados, penetraron en las líneas enemigas, añadiendose a la gran meleé de caballería que se desarrollaba en los flancos.
Nuevos ataques se suceden contra la colina... nueve, diez, once, doce, trece, catorce asaltos son rechazados.
Los suecos y sus aliados protestantes chocan contra la muralla de los Tercios.
Los suecos se disponen a dar el golpe definitivo, los regimientos "negro" y "azul", junto con unidades de pistoleros suecos (una de las innovaciones del rey Gustavo Adolfo) se disponen a tomar la colina.
Enfrente tienen, como durante toda la batalla a los dos Tercios.

Martín de Idiaquez, que debía conocer la valía de las unidades que se disponían a atacarle, ordenó a sus hombres que cuando los suecos encararan sus armas para dispararles, se arrodillaran.
Esto, acostumbrados hoy en día a tácticas de combate de orden abierto, puede parecer algo sencillo. Pero la realidad es que en unas formaciones, en las que mantener su puesto correcto, era vital para asegurar la superioridad era algo complicado. De ahí, que apenas haya referencias a que esto se llevara a cabo con asiduidad. Pero es que los soldados del Tercio de Idiaquez, como ya mencioné, no eran unos soldados cualquiera. En ellos, multitud de veteranos y de capitanes reformados, formaban como simples soldados. No en vano, el propio Capitán Alatriste, combatirá en sucesivos libros, entre las filas del Tercio de Martín de Idiaquez, defendiendo con sus compañeros la colina de Albuch.
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Los españoles así lo hicieron y la descarga sueca pasó, practicamente sin causar ninguna baja. Acto seguido, los arcabuceros, mosqueteros y piqueros se pusieron en pie. Los piqueros, ràpidamente, adoptaron su posición y los tiradores, encararon sus armas y arrimaron la mecha a sus armas de fuego. La descarga fue horrible. El duque de Alba, recomendaba disparar a una distancia de dos picas, para asegurar los impactos.
La tormenta de fuego acabó con las primeras filas, (los más veteranos) de los soldados más escogidos de todo el ejército sueco.

Tras ese primer asalto sueco, los soldados españoles no pudieron contenerse. Hay que darse cuenta de la situación. El soldado español de la época, era impulsivo y feroz en el ataque. Tan solo la ferrea disciplina de los Tercios, les impedía abandonar su puesto.
Pero tras más de 10 ataques rechazados, sin haber podido contraatacar, sin retroceder un solo centímetro, algunos soldados no pudieron contenerse y se lanzaron contra los suecos, sin órdenes para ello.
Este tipo de situaciones les había costado a los Tercios alguna pequeña derrota en Flandes,y algún castigo ejemplar por no mantener la formación. La situación era peligrosa, pués abandonar la formación, de manera desordenada, era una invitación a la caballería enemiga para que intentara cazar a los grupos sueltos de españoles.
El caso es que dando el grito de guerra tradicional de la infantería española: "Santiago, cierra España", algunos grupos se abalanzaron solos contra las filas enemigas. Este impulsivo ataque le costó la vida a varios españoles, pero lograron hacer retroceder aún más a los castigados regimientos de élite suecos.
Finalmente, y a duras penas, los oficiales lograron que los soldados volvieran a su puesto en formación.
Eran las diez de la mañana, y el Tercio de Idiaquez y el de Toralto, mantenían sus posiciones desde el amanecer.

Tras estos ataques infructuosos, los suecos decidieron atacar al Tercio de Toralto, ya que los de Idiaquez no cedían. Pero los italianos, al igual que los españoles rechazaron los ataques de caballería e infantería.
Hasta entonces Weimar no ha atacado en su zona, tan solo ha mandado refuerzos al intento de tomar la colina. Adelanta un poco sus posiciones, y su caballería combate contra la imperial y la de la Liga católica.
El combate es intenso, y la caballería es reforzada por unos cuantos arcabuceros del Tercio de Fuenclara. También la posición en el Albuch es reforzada por un regimiento alemán.
El avance sueco en el llano es parado, tras una gran melée de caballería.
Y mientras, igual que desde que ha salido el sol, Toralto e Idiaquez mantienen sus posiciones y rechazan nuevos ataques, pero estos no son ya, tan fuertes como los que han soportado.
El ejército sueco comienza a dar muestras de agotamiento, no en vano, las laderas del Albuch, están alfombradas con cientos de sus hombres.

Los combates de caballería,en los que estaban saliendo victoriosos las tropas católicas en los flancos, amenazaban con terminar envolviendo al ejército protestante, comprometido casi en su totalidad en la toma de Albuch. Viendo el desarrollo de la situación, la moral combativa sueca comenzó a resquebrajarse. Los generales suecos, dándose cuenta que la batalla está perdida ordenan la retirada.
En ese momento, y observando como los suecos se retiran, el Tercio de Idiaquez carga colina abajo.
Tras haber resistido 15 asaltos enemigos, llegaba el momento del desquite. Los españoles se abalanzaron contra el enemigo en retirada, arrollando a los que hasta entonces, y desde las 5 de la mañana hasta las 12 del mediodía habían intentado echarles de la colina.
De la misma manera, las unidades de caballería, entre las que destacaron las de la Liga católica y los jinetes ligeros croatas se lanzaron contra el enemigo en retirada.
Fue un desastre. En lugar de una retirada ordenada, se convirtió en una huida. Los jinetes hicieron una carnicería con las tropas en huida. El ejército sueco quedó virtualmente deshecho
.

La persecución continuó al día siguiente, aumentando el número de bajas.
De un total de unos 26.000 hombres, el ejército sueco pierde unos 21.000, de los que 4.000 son prisioneros, pasando la mayoría a combatir (como era habitual en la época) bajo las banderas imperiales.

Los españoles (italianos incluidos) tuvieron unos 1.500 muertos y heridos, y 2.000 entre imperiales y miembros de la Liga.

La victoria había sido absoluta, la noticia se extendió por Europa, el hasta entonces inbatido ejército sueco había sido derrotado. 50 banderas capturadas fueron enviadas a Madrid.
El sistema militar sueco, que se consideraba superior al español, hasta la fecha no había combatido más que contra ejércitos imperiales (con algún destacamento español) pero no contra tropas españolas.

España (aunque pocos se daban cuenta) comenzaba su declive, pero el sistema militar español todavía podía proporcionar días de gloria como así sería.
La victoria de Nordlingen significaría impedir el derrumbamiento del Imperio ante los protestantes, aunque a la larga significaría la entrada en la guerra de los 30 años de Francia. Al año siguiente, el Cardenal Richelieu, temeroso que anillo que podía forjarse entre España y el Imperio ahogase a su país, metió a Francia en el conflicto, dando lugar a una nueva etapa.

A pesar de todo esto, Nordlingen es una batalla que ha pasado desapercibida para la gran mayoría de los interesados en la historia militar, historiadores incluidos.
Pero la injusticia es mayor si cabe por la actuación del Tercio de Idiaquez y el de Toralto.
Pocas veces (por no decir nunca) una unidad militar, ha resistido desde el amanecer hasta el mediodía, en las condiciones que se encontraban (sin fortificar, de pie, sin formaciones abiertas) la serie de ataques, que estos soldados aguantaron. Hasta 15 asaltos rechazaron, incluso contraatacando en ocasiones.

domingo, 2 de enero de 2011

Argentoratum, 357 dC. Victoria de Juliano el Apóstata.







En el años 357 d. C., los el pueblo germano de alamanes renovó sus incursiones en territorio romano, penetrando en la Galia más de lo acostumbrado. Aunque no cabe hablar de una incursión a gran escala Constancio II vio en ello la ocasión de destruir a los alamanes de una vez por todas. Envió 25.000 hombres de Italia al mando de Barbacio , uno de los segundos al mando del ejército. Juliano diseñó un plan para atrapar a los alamanes en un movimiento de pinza entre su ejército y el de Barbacio, con el objeto de confiarlos a un espacio muy pequeño y allí aniquilarlos.


Sin embargo, cuando Juliano iba a fortificar Saverne y a enviar auxiliares contra las islas del Rin en posesión de los alamanes, recibió noticias de que éstos habían arremetido contra las fuerzas de Barbacio derrotándolas, obligando a éste a retirarse a sus cuarteles de invierno. Ello redujo las fuerzas de Juliano a 13.000 hombres, que habían de enfrentarse a un ejército bárbaro de 35.000. Pese a ello, cuando Chonodomario marchó hacia Estrasburgo, Juliano, viendo una rara oportunidad de entrar en batalla contra todo el ejército alamán, emprendió el camino para enfrentarse a él.


Ambos bandos se encontraron en la margen occidental del Rin, donde los alamanes seguían reuniendo fuerzas. Los alamanes formaron en cuñas y, al verlo, el ejército romano se detuvo, mientras Severo, al frente de la caballería romana en el ala izquierda, tanteó la derecha alamana. Entonces, Juliano ordenó un avance general de toda la línea, y los alamanes contraatacaron. Las legiones de la izquierda pronto hicieron retroceder a los germanos, pero la caballería romana del ala derecha se desbandó cuando uno de sus máximos oficiales resultó herido. En la huida, habrían rebasado incluso a sus propias líneas si las legiones no se hubieran mantenido firmes, resistiéndose a dejarles pasar, hasta que Juliano les persuadió para que volvieran a la acción.

La batalla se resolvió en una lucha de infantería en todo el frente. Ante el peso de la artillería ( jabalinas, venablos y flechas), la formación bárbara comenzó a descomponerse. Los auxiliares germanos de las cohortes Cornuti y Bracchiati lanzaron el grito de guerra germano, el barritus, para que sus oponentes supieran a quién tenían enfrente. Los romanos formaron un muro de escudos, y siguió un combate a empellones que los alamanes intenteron superar con hombros y rodillas, y con frenéticos golpes a espada. Chonodomario en persona encabezó una fuerza de jefes tribales que penetraron en el frente romano, pero fueron derrotados por la legión Primani (fuerza profesional para la reserva).


Aquel fue el último esfuerzo de los alamanes. Incapaces de adentrarse en la muralla de escudos romanos, y ante el gran número de sus bajas, iniciaron la huida. Ebrios de sangre, los romanos rompieron la formación y los persiguieron hasta el Rin, donde Juliano lanzó una carga y ordenó masacrar a los germanos con artillería mientras intentaban atravesar el río a nado. Los alamanes perdieron 6.000 hombres, el grueso de los cuales murieron probablemente durante la persecución o ahogados en el Rin. Chonodomario fue capturado y enviado a Roma, donde falleció poco después. Las bajas romanas sumaron 243 hombres, entre ellos dos tribunos.

Juliano fue aclamado como Augustus por sus tropas en el mismo campo de batalla. Él rechazó el título y ordenó a la unidad de caballería que casi le había costado la batalla que desfilara al día siguiente con ropa de mujer.

domingo, 27 de junio de 2010

El asedio de Belgrado 1456.




Tras la conquista de Constantinopla en 1453, el sultán Mehmet II consideraba que el mundo entero terminaría por someterse a su dominio. Así, cuando Georges Brankovic rey de Serbia, se negó a cederle varias plazas fortificadas el sultán turco preparó su ejército.

Entre 1455 y 1456 los otomanos reclutaron y organizaron en Grecia un ejército que posiblemente alcanzaría los 100.000 hombres. Incluso en el invierno de la Edad Media, que un soberano pudiese concentrar semejante cantidad de hombres y mantenerlos durante todo el invierno y la época de la siembra dice mucho de los recursos de su imperio.

Europa surgía aún de la época feudal envenenada por las discordias entre cristianos y los estragos de la peste, pero el imperio turco se encontraba en pleno ascenso, dominando provincias extensas y fértiles, recaudando importantes tributos. Con un potente tren de artillería y tras entrenar concienzudamente a sus tropas, el sultán comenzó el ascenso hacia el norte apoyado por una importante flota fluvial.

La campaña contra Belgrado tenía un fin último: La conquista de Hungría y la derrota definitiva del peor y mas enconando enemigo de los turcos: Juan de Hioandera ( Janos Hunyadi). Este hombre, casi por si solo, estaba detrás de todos los desafíos al poder de los otomanos: Mientras Janos y los húngaros resistieran, el imperio otomano no se asentaría en la cuenca del Danubio. El pánico cundió en los Balcanes. El rey Lazar de Hungría abandonó aterrado su capital, Buda, cuando aún los otomanos no habían llegado hasta Belgrado. En realidad su decisión no era si no el resultado del fracasado congreso cristiano celebrado en su ciudad: De todos los príncipes cristianos de Europa, convocados por el Papa, no obtuvo si no juramentos y palabras...pero ni un solo soldado. Los "defensores de Cristo" abandonaban su causa, pero a falta de reyes y emperadores 2 hombres tomarían en sus manos la defensa de la causa de Dios cuando el legado papal, el cardenal de Carvajal ya solo confiaba en la intervención divina. Juan de Capistrano, una suerte de Pedro el ermitaño resucitado, se comprometió a predicar la cruzada entre las gentes humildes, que formaron bajo sus órdenes una masa desaliñada y hambrienta que comenzó el avance hacia el sur. Juan de Hioandera, desposeído de su condición de regente de Hungría pero aún Capitán General del reino y Voivoda de Transilvania, preparó a sus tropas para acudir en defensa de Belgrado. El destino de naciones enteras quedó en sus manos cuando sus soberanos las abandonaron.


El 7 de julio de 1456 el campo en derredor de Belgrado amaneció nevado...pero no se trataba de nieve si no de las blancas tiendas de los otomanos que lo ocupaban todo hasta donde alcanzaba la vista. Murad II ya había asediado sin éxito la fortaleza, considerada inexpugnable, durante 6 meses. Sus asesores recomendaron al nuevo sultán un cerco intenso que rindiese la ciudad por hambre...pero el conquistador de Constantinopla no iba a esperar la rendición de una ciudadela menor.

Su gloria sería superior si la ciudad caía tras un asalto protagonizado por el mismo. El 10 de julio, ya instalados los cañones, comenzó la lenta demolición de las murallas. Los navíos turcos bloqueaban el Danubio, pero Hunyadi ya había logrado introducir 10.000 hombres al mando del gobernador de Croacia, su hijo.

Pero los turcos apretaban el cerco, por lo que el grueso del ejército, 12.000 soldados veteranos, 1.000 caballeros y una multitud inmensa de campesinos y vagabundos al mando de Capistrano, se pusieron en marcha. Los defensores de la ciudad, gracias al valor de un jinete que rompió el cerco, se pusieron en contacto con Hioandera: La ciudad estaba perdida si no se reforzaban sus defensores en 3 días.

El Capitán General adoptó una medida desesperada: Sus tropas veteranas intentarían romper el bloqueo turco del Danubio. Se dispusieron todas las naves útiles y se protegieron con tablas: La gran batalla por Belgrado se libraría en el río. Los turcos tenían dispuesta una barrera de galeras reforzada por cadenas, pero el empuje de los navíos de Hioandera fue suficiente para colapsar la barrera. Se produjo una gran batalla sobre los navíos, hasta que el empuje de los hombres de Hungría y Transilvania fue suficiente para alcanzar los muros de Belgrado. El sultán, humillado, mantuvo a sus cañones disparando sobre la ciudad durante una semana entera. Los muros de la ciudad se derrumbaron en tres puntos proporcionando otras tres brechas para el asalto otomano. Tras el largo bombardeo, y a media tarde, los grandes tambores otomanos dieron la señal de asalto: El empuje insuperable de los jenízaros consiguió tomar las murallas de la ciudad, pero cuando ya saqueaban las primeras casas confiados en su gran victoria un tumulto inmenso surgió de las murallas de la ciudadela: Los Húngaros habían abandonado las murallas exteriores refugiándose en la ciudadela y atacaban ahora a los jenízaros, que no podían retirarse debido a las murallas que quedaban a sus espaldas: Un sistema de contraataque contra los asediadores diseñado en los castillos de reducto central.

La lucha se prolongó hasta el amanecer, sin que la fiereza del combate disminuyera en la oscuridad. Los jenízaros, dirigidos por el propio sultán, asaltaron una y otra vez las murallas de Belgrado. Pero los húngaros de Janos mantuvieron sus posiciones sin ceder un solo centímetro. El ejército turco se desangraba sobre las piedras de Serbia...Y lo peor no había llegado aún. Con un grito espantoso, en medio de la madrugada, las harapientas fuerzas de Juan de Capistrano habían alcanzado el campamento turco. Los cañones turcos apenas pudieron aguantar el embate de aquella masa desarmada. El ejército otomano se encontró entre dos fuegos, y solo gracias al empleo de la caballería Spahi pudo el sultán salvar su vida en el último momento, siendo el mismo herido en la frente.



A pesar de los incendios causados por los turcos en su retirada el botín capturado por los cristianos fue inmenso, todo el tren de artillería, inmensidad de armas, tiendas y provisiones... Paradójicamente la victoria traería frutos más dulces para los turcos que que para los vencedores: Pocos tiempo después Janos moría victima de la peste, siendo celebrado por el mismo Papa como el hombre más grande nacido en los últimos 300 años. Juan de Capistrano le seguiría al propio tiempo, alcanzando la condición de beato de la Iglesia. Los hijos de Janos combatirían al rey de Hungría, y los herederos de Brankovic entre ellos...mientras que en Constantinopla el sultán celebraba con un fasto inaudito la circuncisión de sus herederos.

En su afán por hacer olvidar el fracaso ante los muros de Belgrado se dedicó en los años siguientes a campañas más sencillas: Primero asentó definitivamente su poder sobre la península de Morea, y después emprendió una campaña contra el imperio de Trebisonda que también sometió. Los ulemas proclamaron que ningún griego llevaba ya el título de rey, y que las tres coronas pertenecían por derecho al señor de los 2 mares y las 2 tierras: la de Asia, la de Bizancio y la de Trebisonda. Meted se hizo siempre representar con las tres coronas mencionadas, y después partió hasta las ruinas de Troya para proclamar vengados a los héroes de Asia. Todo por olvidar su huida ante los mendigos de Capistrano. El Papa trató de organizar la cruzada definitiva que exterminase a los turcos, que llevase a sus palafreneros a abrevar sus caballos en la Meca...pero una vez más, lo único que obtuvo fueron palabras y juramentos solemnes...que no llevaría a nada. Aún faltaba más de un siglo para que el peligro turco fuese definitivamente detenido en Lepanto.