En 1195 tuvo lugar en el cerro de Alarcos, a orillas del río Guadiana a 8 Km. de Ciudad Real, en pleno verano español, una de las batallas más decisivas para la Historia de España. Durante la Baja Edad Media la zona de La Mancha, y en concreto lo que hoy es Ciudad Real, se convierte en frontera entre la Andalucía musulmana y el Reino de Castilla. Es en este contexto es en el que se produce la Batalla de Alarcos.
Por su situación en el centro del camino entre Toledo y Córdoba, el cerro de Alarcos, fortificado con un castillo, se convierte en una posición geoestratégica. Que será disputada por ambos bandos.
En el año 1147 el Rey de Castilla y León Alfonso VII toma la importante Fortaleza musulmana de Calatrava, en Carrión de Calatrava a unos 8 Km. de Ciudad Real, que era el centro más importante de la zona.
A la vez toma el castillo de Alarcos y para defenderlo, se lo encomienda a la Orden de los Templarios en 1150, que tras un tiempo lo abandonan.
La chispa que provocó la batalla de Alarcos, fue sin embargo, una incursión de tropas cristianas mando del Arzobispo de Toledo Martín López de Pisuerga, cuyo fin era la reconquista del suelo andaluz y la expulsión de los musulmanes y que llegó hasta Sevilla, provocando la ira del Califa almohade Yusuf II, que decidió contraatacar en dirección a Toledo, enterado de esto el Rey de Castilla Alfonso VIII reunió sus tropas y se encaminó hacia el sur en dirección a Córdoba.Fue en mitad del camino, el 19 de julio, ambas fuerzas contendientes chocaron.
El ejército de Alfonso VIII, estaba formado por mercenarios, los Caballeros de Toledo y los Caballeros de las Ordenes Militares de Calatrava Santiago así cómo por voluntarios portugueses de la Orden de Evora. Su número se estima en unos 10.000.
El núcleo del ejército musulmán era su caballería ligera con arqueros y el núcleo del ejército cristiano era su caballería pesada con jinetes y caballos con armadura. Además los Almohades incorporaban dos adelantos tácticos muy importantes: La Ballesta masivamente y la Milicia o Movilización General de todos los hombres disponibles, lo que les daba superioridad númerica frente a los ejércitos cristianos de la Peninsula Ibérica, que estaban formados por Mercenarios y Militares profesionales tales cómo las Órdenes Militares y los Caballeros, pero que eran muy pocos en número en comparación.
En la madrugada del día 19 y tras esperar 1 día los refuerzos de sus aliados, la impaciencia y la imprudencia de Alfonso VIII, hizo que ordenase el ataque sin esperar a los Reyes de Aragón, Navarra y León, que le hubiesen dado con sus tropas la superioridad numérica y posiblemente la victoria. Así tras un día esperando acampados en el cerro bajo sol abrasador de julio, con sus pesadas armaduras y cotas de malla; los castellanos tenían sed, y la comida escaseaba, ante el riesgo de enfermedades y bajas por el calor y temiendo que los musulmanes se reagrupasen, ya que Almansur había escondido en los cerros cercanos gran parte de sus tropas. Ante esto, ordenó el ataque.
En un principio la caballería Castellana al mando del Alférez de Castilla Don Diego López de Haro, cargó cerro abajo contra la infantería musulmana, que estaba en el llano, destrozándola y casi aniquilándola, causando grandes perdidas a los musulmanes, pero estos, tras un movimiento de sus arqueros y una salida desde sus escondites en los cerros de alrededor de fuerzas con las que no habían contado los castellanos, iniciaron un violento contraataque.
Tras rodear la caballería ligera musulmana a la caballería pesada Castellana, en una maniobra de tenaza, según las crónicas, por completa sorpresa, las flechas de los Ballesteros Almohades y de los arqueros Guzz a caballo, causaron grandes estragos en la caballería Castellana además de a su infantería de apoyo, pues estos con sus caballos armadas y cogidos entre el cerro y el río, no podían literalmente moverse ni maniobrar y fueron, “cazados” y asaeteados, hasta que unos pocos pudieron retroceder y llegar al castillo ya muy tarde para reagruparse y contraatacar, pues los musulmanes habían rodeado también el campamento desde el cercano cerro a la derecha del de Alarcos y amenazaban con rodearlos totalmente y no dejar escapatoria hacia Toledo.
La lucha se prolongó desde el amanecer hasta el mediodía, en que los musulmanes lograron penetrar en el campamento Castellano, hasta la tienda del rey castellano, que estuvo a punto de perecer en la contienda.
El Rey Alfonso VIII tuvo que huir al galope hacia el castillo de Malagón, dejando al mando al Alférez de Castilla, Don Diego López de Haro, que se refugió con 5.000 de sus tropas en el castillo de Alarcos, para salvarse, tuvo que entregar 12 Caballeros rehenes a los Almohades en señal de que pagaría el cuantioso Rescate fijado por Al Mansur, además en la batalla fueron capturados 4.000 prisioneros que fueron liberados, además de permitir la retirada de las tropas castellanas.
Fue una gran derrota para los Castellanos, sufriendo más de 1.000 muertos en combate por una mala estrategia de Alfonso VIII y de sus consejeros políticos y militares, que claramente se precipitaron y menospreciarion el potencial y la estrategía de los Almohades.
Para los Calatravos su primera batalla fue una gran masacre, perecieron en combate cubriendo la retirada de su Rey gran número de sus Caballeros que desde ese día y en homenaje cambiaron su Cruz Negra por una Cruz Roja, por la sangre derramada, aunque esto no fue oficial en la uniformidad hasta principios del siglo XIV.
También murieron en la batalla los Obipos de Avila, Segovia y Sigüenza; así como los Maestres tanto de la Orden de Santiago y de la portuguesa Orden de Évora.
Las pérdidas también resultaron elevadas para los musulmanes. No sólo el Visir, si no también el Comandante de los Benimerín perecieron en la batalla.
Además, tras la derrota de Alarcos los enfurecidos musulmanes mataron a los habitantes de la cercana aldea del Pozo de Don Gil, hoy Ciudad Real, y asaltaron y mataron a los supervivientes Calatravos de la batalla que se habían refugiado en su Fortaleza de Calatrava, quedando esta en poder musulmán.
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