domingo, 16 de noviembre de 2008

Evesham, 1265


A mediados del siglo XIII el rey Enrique III, hijo primogénito de Juan Sin Tierra, reinaba en Inglaterra. Fue proclamado rey con sólo nueve años, pero no gobernó hasta 1232.

Desde el principio de su reinado, Enrique III tuvo que hacer frente a la hostilidad de los barones del reino, cuyas rentas estaban gravadas por los derechos feudales restablecidos por su predecesor Enrique II. Al frente de ellos se encontraba el conde de Leicester, Simón de Montfort, homónimo y tercer hijo del tristemente célebre artífice de la cruzada contra los albigenses, Simón de Montfort.

En 1258, los barones impusieron al rey las Provisiones de Oxford, por las que quedaba sometido al control de consejos y del parlamento. En 1264 se agravó el litigio y se pidió arbitraje al rey de Francia, San Luis. El Dictado de Amiens pronunciado por el monarca francés abolió las Provisiones de Oxford. Simón de Montfort, furioso, se rebeló contra Enrique III y le venció en Lewes en mayo de 1264. Pero la desunión reinaba entre los barones, algunos de los cuales -como Roger Mortimer, conde de Gloucester, que facilitó la evasión del príncipe Eduardo, el hijo primogénito de Enrique III- volvieron a ponerse del lado de éste. Montfort cometió el error de subestimar la fuerza que se había constituido. A finales de julio de 1265 una idea le obsesionaba: hacer que su ejército cruzara al canal de Bristol.

El hijo de Montfort reunió un ejército considerable y acudió, a marchas forzadas, a socorrer a su padre. El 31 de julio estaba en Kenilworth, pero las tropas del príncipe Eduardo y las de Gloucester estaban cerca y pasaron al ataque el 1 de agosto. El ejército de Simón de Montfort el Joven fue desmantelado mientras, unos kilómetros más al sur, su padre hacía que sus tropas cruzaran el río. El 3 de agosto se encontraba en Evesham, junto al río Avon, y el príncipe Eduardo fue informado de ello.

La mañana del 4 de agosto se avisó a Simón de Montfort de la aproximación de una poderosa tropa. Ignoraba todavía la derrota de su hijo e imaginó que se trataba de su ejército.

El engaño fue total cuando el príncipe Eduardo hizo enarbolar, en el centro de su vanguardia, los estandartes capturados al enemigo. Pero Simón reconoció el estandarte real en el centro del cuerpo de batalla y en ese momento se dio cuenta de la superchería. A su derecha, vio las columnas con el estandarte de Clare y, en la retaguardia, el de Mortimer. La situación era desesperada y sólo los caballeros tenían la posibilidad de escapar sobre sus monturas. Otro de los hijos de Simón, Enrique de Montfort, decidido a demorar al enemigo, lo incitó a huir, pero el anciano, que no había abandonado nunca un campo de batalla, se negó, aunque propuso a los barones que escapasen. Ninguno de ellos aceptó la oferta.

Montfort organizó entonces su ejército con los caballeros a la cabeza y los hombres a pie detrás, y se lanzó contra los soldados del príncipe Eduardo. Pero sus tropas estaban constituidas sobre todo por galeses, que se dieron a la fuga ante el enemigo. Mientras el conde, rodeado por sus fieles, se encontró en medio de la refriega. El combate fue encarnizado. Las tropas reales flaquearon por un instante, pero las del conde de Gloucester atacaron por los flancos y la retaguardia.

Enrique de Montfort quedó mortalmente herido; también murió el caballo de Simón de Montfort. Éste al ver a su hijo muerto, exclamó: Ya es hora de que muera, y se metió en la refriega. Recibió una herida mortal en la espalda cuando se enfrentaba a una docena de caballeros para los que era un gran honor combatir contra él. Todos sus fieles cayeron alrededor de él; los que no murieron quedaron heridos de gravedad. En apenas dos horas, el ejército de los barones quedó destrozado. En el combate perecieron 180 caballeros, 220 señores y 2.000 infantes del ejército de Montfort y 5.000 galeses.

La batalla del Río de la Plata.

Crear una marina poderosa que lograra la supremacía en el mar era imposible para Alemania al estallar la Segunda Guerra Mundial. Por eso la estrategia de la Kriegsmarine (marina alemana) estaba basada en los submarinos para destruir las vías de abastecimiento de Gran Bretaña.

Pero esto no significó que los barcos de guerra estuvieran fuera de combate. Alemania puso en servicio en 1939 tres barcos gemelos, el Admiral Scheer, el Deutschland (luego llamado Lutzow) y el Graf Spee, acorazados compuestos de material ligero y alta capacidad de fuego llamados "de bolsillo".


El Graf Spee, a cargo de capitán Langsdorff, zarpó hacia el Atlántico sur frente a las costas africanas en la ruta Dakar-Puerto Rico con la orden de hundir a toda embarcación aliada de cualquier tipo, aunque sólo debía enfrentarse a otros buques de guerra cuando fuera estrictamente necesario. La misma orden la tendría el Lutzow, que fue enviado a Groenlandia.

El 30 de septiembre de 1939 el Graf Spee hunde al carguero inglés Clement. Esta alerta hizo que el Almirantazgo Británico mandara al mar a sus buques de guerra a la caza de los navíos alemanes. Mientras tanto, cargueros ingleses y norteamericanos que abastecían a las islas británicas caían ante los ataques enemigos.



El 4 de noviembre el Graf Spee se dirigió al Océano Índico para destruir o capturar más embarcaciones, regresando al mes siguiente al Atlántico, a la vez que el Lutzow regresaba a Alemania. Luego de hacer su reabastecimiento, el 6 de diciembre el Graf Spee enrumbó al Río de la Plata (Uruguay) con la intención de despistar a los ingleses y volver a Alemania, con un impresionante récord de 9 barcos hundidos.

La Fuerza G británica al mando del Comodoro Henry Harwood estaba resguardando la ruta entre Montevideo y Río de Janeiro. En Uruguay, país neutral, la Agregaduría Naval alemana estaba adquiriendo grandes cantidades de víveres, noticia que llegó a la inteligencia inglesa del cual confirmaron que el Graf Spee se dirigía hacia la posición de Hardwood. El comodoro mandó concentrar la Fuerza G en el río de la Plata el 10 de diciembre. Pero un día antes, la inteligencia naval alemana detectó cuatro barcos escoltados por un crucero en la ruta de navegación del Graf Spee. El capitán Langdorff asumió que había sido avistado y decidió atacar contra la orden de no hacerlo (posteriormente se descubrió el convoy no lo había visto sino 45 minutos después).

El convoy británico estaba compuesto por los cruceros pesados Exter y Cumberland y el crucero ligero Ajas. Material muy superior al del buque germano que pensaba que se enfrentaba de un crucero escolta y dos destructores. Cuando los ingleses detectaron al Graf Spee, el Exeter viró al sur, dejando al Cumberland y el Ajas rumbo norte para que el Graf Spee los alcance entre los dos. Así, el crucero alemán quedó cercado y en estas circunstancias empezó el combate. Casi de inmediato el Exter es seriamente dañado y puesto fuera de combate. Aprovechando la ventaja, Langdorff ordenó disparar solamente al Cumberland y al Ajas causándoles serios daños a los dos, para luego virar en dirección al estuario del Río de la Plata. Hardwood ordenó detener el ataque pero hizo perseguir al crucero en lugar de reparar los daños. Tal vez ése fue el punto que decidió la lucha.

El Achilles se unió al convoy británico y el Exeter (incapacitado) junto con el Cumberland se dirigieron hacia las islas Malvinas. Por su lado, el Graf Spee llegó al puerto de Montevideo para reparaciones y dejar los heridos, sabiendo que sería atrapado en la zona por los ingleses y sin posibilidad de salir, porque gastó casi todas sus armas en el ataque. Hasta ahora es un misterio el por qué Langdorff tomó esa decisión.

El Cumberland se unió al Ajas y el Achilles rumbo a Montevideo a esperar al Graf Spee. Por su parte, la embajada alemana en Uruguay hacía todo lo posible para extender el plazo de 72 horas que podía permanecer el buque de un país en guerra en un país neutral (sino sería internado según los acuerdos internacionales). Ante el fracaso de las negociaciones, Langdorff recibió la orden de no permitir el internamiento, es decir, o sale de Montevideo a pelear o hace hundir el barco.



La suerte estaba echada. Langdorff sabía que era imposible vencer a tres buques con tan poco armamento, por lo que decidió hundir el Graf Spee en lugar de darles el placer a los británicos de hundirlo. Luego de trasladarse a unos barcos argentinos y otro alemán hacia Uruguay, Langdorff envió al crucero con una tripulación muy reducida fuera del puerto y fue inmediatamente abandonado. Una gran cantidad de explosivos se encargaron de hundir el barco el 17 de diciembre de 1939.

El día 19, cuando la tripulación fue trasladada a Buenos Aires, Langdorff se suicidó con un disparo en la cabeza. Así terminó una batalla singular, en la que el vencedor fue derrotado por el vencido en combate, la única batalla de la Segunda Guerra Mundial que se libró en Sudamérica.



El "Graf Spee" hundiéndose.