martes, 30 de septiembre de 2008

Batalla de Guinegatte. 7 de agosto de 1479.


Carlos el Temerario había muerto en 1477 durante el asedio a Nancy. Luis XI había vencido a su principal enemigo, pero la sucesión al ducado de Borgoña atrajo la codicia de Renato de Lorena, Segismundo de Austria, los suizos y otros.

María de Borgoña, hija única del difunto duque, tenía 20 años. Casarla con el delfín era para Luis XI la mejor forma de hacer que el ducado cayera en sus manos. Pero confió la muy delicada misión de convencer a su joven heredera a su cirujano-barbero. No sorprende, por tanto, que la misión fracasara. La joven pronto tomó una decisión muy distinta, ya que el 21 de abril de 1477 proyectó casarse con Maximiliano de Habsburgo, heredero del gran Imperio Romano Germánico.

Despechado, Luis XI invadió Hainaut y sus tropas cometieron terribles tropelías en Valenciennes, Douai y sobre todo en Avesnes. El 18 de agosto de 1477, María de Borgoña se casó con el archiduque Maximiliano de Austria, pero la "araña universal" - mote con el que se conocía a Luis XI - no había dicho su última palabra.

De inmediato, el rey de Francia ocupó Borgoña, el Franco Condado y la Picardía. En Hainaut la situación era muy distinta; los flamencos, firmes partidarios de Maximiliano, le dieron todo su apoyo y el ejército francés quedó atascado. Por su lado, Maximiliano estaba dispuesto a defender la herencia de su esposa y consiguió reunir en Saint Omer a un ejército de 27000 hombres formado esencialmente por flamencos, con el objetivo de detener a los franceses y reconquistar los territorios perdidos. El 25 de julio de 1479, el ejército partió de Saint Omer para sitiar Thérouanne, una plaza guardada por el señor de Saint-André con 400 lanceros y 1500 ballesteros. En realidad la estrategia del archiduque de Austria consistía en atraer las tropas del rey de Francia -1800 piqueros y 14000 arqueros- mandadas por el señor D´Esquerdes, lo cual no tardó en suceder. Sin embargo, en vista de la superioridad del ejército real algunos aconsejaron al archiduque que evitase el combate, pero esto era desconocer la osadía del joven príncipe, el cual se encontraba también un poco "empujado" por los flamencos para entablar combate.

Así pues, fue al encuentro del enemigo y situó a sus tropas en Guinegatte, con la artillería en el centro, cubierta por los ballesteros y los arqueros, y la caballería en los flancos. Al alba del 7 de agosto, los franceses descendieron del terreno elevado de Enghien, situado frente a Guinegatte. A primeras horas de la tarde, D´Esquerdes lanzó a su infantería contra el adversario y él, a la cabeza de sus caballeros, cargó contra la caballería borgoñona. Ésta, rápidamente desbordada, se vio obligada a emprender la huida. D´Esquerdes se lanzó entonces en persecución con la intención de hacer el mayor número de prisioneros para poder así exigir un elevado rescate, tal y como era costumbre. De este modo, Maximiliano, se encontró en medio de sus picas, en la colina, mientras la infantería francesa, abandonada por su jefe y por tanto sin mandos superiores, sola y desorganizada, se topaba con las milicias flamencas.

Entre tanto, el señor de Saint-André, sitiado en Thérouanne, efectuó una salida para sorprender a los flamencos por retaguardia, pero sus tropas prefirieron ir a saquear los carros enemigos. Para entonces la infantería real francesa ya huía en desbandada, pero también los flamencos decidieron dedicarse a saquear el convoy francés.

Al atardecer, D´Esquerdes regresó al campo de batalla; su infantería había desaparecido y sus hombres, extenuados, decidieron poner a salvo a sus prisioneros y se retiraron a Blangy.

Maximiliano, todavía en el terreno, pudo entonces proclamarse vencedor, pero no hizo ningún intento para liberar a sus caballeros prisioneros de los franceses. En el combate cayeron unos 14000 soldados entre los dos bandos.

Al enterarse de esta derrota a medias debida al ansia de lucro de sus generales, Luis XI sufrió un ataque de ira y se dispuso a dar la orden de ejecutar a los prisioneros allí mismo, pero al fin, temeroso de contrariar a sus caballeros, consintió de mala gana el trueque de aquellos hombres por un rescate. Sin embargo, le costó olvidar aquello y ordenó que, en lo sucesivo, no se hiciesen más prisioneros que pudieran volver al combate después de pagar un rescate y también para evitar que la avaricia de sus caballeros le hiciera perder una batalla.

Luis XI

Maximiliano I

domingo, 28 de septiembre de 2008

Vouillé, 507 . El fin del reino visigodo de Toulouse.


Apenas hay testimonios contemporáneos de este combate y no se conoce la fecha exacta, aunque se supone que fue en verano, que fue una batalla corta y que en ella murió el rey Alarico.

Clodoveo, rey de los francos, había obtenido a principios del siglo VI grandes victorias: sobre los romanos en Soissons en 486 y sobre los alamanes en Tolbiac hacia 496. Únicamente le restaba enfrentarse a los visigodos, y contaba con el apoyo de la Iglesia.

La victoria de Soissons lograda contra el último defensor de la autoridad romana, el general galorromano Siagrio, seguida del rechazo de los alamanes en la orilla derecha del Rin, en Tolbiac, reforzaron las ambiciones de conquista de los francos. Clodoveo, de que San Remigio le bautizara en la navidad de 499 y con el apoyo del papa, estaba listo para enfrentarse a Alarico II, rey visigodo que ocupaba el sur de la antigua Galia romana: Aquitania, Auvernia y el Languedoc.


La campaña contra los visigodos adquirió las características de una especie de cruzada. Clodoveo consiguió la alianza con Segismundo, hijo de Gundebaldo, rey de los burgundios y con Clodoberto, heredero del reino de los francos ripuarios ( francos del Rin ). El líder franco quería sorprender al ejército visigodo, que se dirigía hacia el norte, con un brutal ataque.

Preocupado por una acuciante necesidad de dinero, Clodoveo contaba con apoderarse del tesoro de los reyes visigodos guardado en Toulouse antes de que éstos lo llevasen a un lugar seguro. Segismundo llegó por el sudeste y se presentó en el Lemosín. La unión con el ejército franco se produjo al oeste de Poitiers, en la llanura de Vouillé. Alarico ya se encontraba allí y había establecido su campamento. El rey franco instaló el suyo en las proximidades sin ocultar su intención de pelear.

A Clodoveo le acompañaba su hijo Teodorico, mientras que a Alarico le acompañaba su hijo Amalarico de sólo cinco años de edad.



El choque entre ambos ejércitos fue brutal. En el centro los dos jefes "se buscaban" para enfrentarse en combate singular. Parece ser que finalmente lucharon entre ellos y que Clodoveo mató a su enemigo de un golpe de francisca ( hacha de combate ) en el cráneo. Los francos, que consideraron este hecho como un "juicio de Dios", redoblaron sus ataques contra el enemigo, que acabó dispersandose. Únicamente los arvernos, fieles a su fama, resistieron como habían hecho contra los romanos.

Los soldados visigodos en retirada suponían un grave riesgo para Clodoveo y a punto estuvo de perder la vida. Eufórico por la victoria ante Alarico, se metió en la refriega; al encontrarse de repente aislado, en seguida se convirtió en el blanco de dos jinetes visigodos deseosos de vengar la muerte de su jefe. El guerrero franco era de los pocos que llevaba coraza, y ésta resistió bien los ataques del adversario mientras el rey repartía golpes certeros con su francisca hasta que llegaron los suyos.

A diferencia de lo acostumbrado, los francos habían utilizado la caballería. Este hecho tendría sus consecuencias, todavía más evidentes después de la victoria en el campo de batalla, cuando se lanzaron en persecución de sus adversarios hasta Carcasona. Por el camino cayeron en sus manos ciudades como Burdeos y Toulouse. Teodorico se apoderó de Auvernia y los burgundios del Languedoc.

Los visigodos consiguieron a duras penas conservar el norte de la Península Ibérica y de Provenza. Tras la victoria, el emperador bizantino Anastasio designó a Clodoveo cónsul honorario y de esta manera lo reconoció como el sucesor de Roma en la Galia.


Francisca

sábado, 27 de septiembre de 2008

Batalla del Ebro. El último golpe de la República.





El Ejército del Ebro una noche el río pasó...

A las 0.15 horas del 25 de julio de 1938 las más aguerridas unidades del Ejército del Ebro, que manda Juan Modesto, atraviesan el río por cuatro puntos, en grandes barcazas, en una operación de gran envergadura, preparada minuciosamente durante 50 días y que, llevada con gran sigilo, al amparo de la oscuridad coge desprevenidos a los nacionales en un frente de 75 kilómetros. Por tercera y última vez ( después de Brunete y Belchite)

el general Rojo sorprende a Franco con una iniciativa que desembocará en la batalla más sangrienta de la guerra. La sorpresa fue mayúscula entre los mandos fascistas, que creían que el Ejército Popular estaba agonizante.


Todo el peso de la operación recayó sobre el Ejército del Ebro, como ya he dicho al mando del teniente coronel Juan Modesto, con Luis Delage ( PCE ) como comisario general, que pone en línea los cuerpos de ejército 5 (Líster)

15 ( Tagüeña ) y 12 ( Vega ), un verdadero ejército comunista, no solo por la filiación de sus jefes y comisarios políticos, sino también por su origen, descendiente del Quinto Regimiento, como anotó Azaña : “Casi todo el Ejército del Ebro es comunista. Hay una especie de disciplina interior en cada unidad.”


El paso del río se produce por dos sectores principales, en catorce puntos de los dieciséis previstos, en el frente de 75 Km desde Fayón a Xerta : los hombres de Líster ( divisiones 11, 45 y 46 ) lo hacen entre Mora d´Ebre y Miravet, los de Tagüeña ( divisiones 3, 35 y 42 ) entre Flix y Ascó. La operación se completa con dos maniobras de distracción, una al norte, en Mequinenza y otra al sur, en Amposta. La orden de operaciones del general Rojo decía “ El paso del río deberá hacerse de noche y por sorpresa, por fuerzas ligeras, que utilizarán medios discontinuos. Debe hacerse muy rápidamente, mediante el número de playas de embarque necesarias para transportar con el mínimo tiempo la mayor parte de las fuerzas consideradas suficientes para alcanzar el objetivo previsto. Como objetivo inmediato se llegará a los emplazamientos de artillería enemiga, a fin de apoderarse de ella e impedir su acción”.



... y a las tropas invasoras buena paliza les dio


La operación tuvo un éxito fulminante, excepto en el sector de Amposta, donde los atacantes de la 46 División son rechazados y obligados a repasar el río después de 18 horas de violentos combates. En los dos primeros días , con la ayuda de barcazas y puentes pasaron seis divisiones republicanas, con un total de 70000 hombres, que desbordan las defensas fascistas pertenecientes al ejército marroquí de Yagüe. La división nacional 50 cubre el frente desde Gandesa a Xerta, y la 105 de Xerta hasta el mar.


La ofensiva se concentra en la gran curva que describe el río desde Mequinenza a Xerta, y en los dos primeros días los republicanos ocupan Ascó, Flix, Miravet, Pinell, la Fatarella, Corbera y Pobla de Massaluca, pero no consiguen llegar a Gandesa, en el centro del ataque, ni alcanzar la línea del Matarranya, al norte, en el sector de Fayón.

La división 50 que soporta todo el peso del ataque queda prácticamente deshecha, los republicanos escarmentados por lo ocurrido en Brunete y Belchite reciben órdenes de avanzar hacia sus objetivos sin preocuparse de los flancos o de los focos de resistencia desbordados por el ataque inicial. Al fin la brecha abierta en el frente fascista tiene unos 50 Km de ancho.


El tercer día de la ofensiva pese al bombardeo de los puentes y pasarelas, los atacantes hacen cruzar el río a sus blindados y limpian de fugitivos la gran cabeza de puente formada entre Fayón y Xerta, alcanzan , por el norte, los montes de la Fatarella, y por el sur las sierras de Pàndols y Cavalls ; y profundizan en las direcciones Fatarella-Villalba-Batea y Corbera-Gandesa-Bot, a pesar de que la resistencia se endurece. Los hombres de Modesto ocupan también el macizo de Sant Marc y los montes de la Fatarella y el pico Gaeta, hasta el Matarranya.


Sorprendido, el alto mando nacionalista, ordena resistir a toda costa y envía inmediatamente al frente la división 13 ( Barrón ), que se encontraba en el Segre y en menos de 24 horas se presenta en Gandesa, donde entabla un feroz combate con la 11ª División de Líster. Otras tres divisiones nacionales se retiran a toda prisa del frente de Levante para situarse en Prat del Comte, con órdenes de detener a toda costa la penetración republicana.

Además Franco ordena abrir los embalses pirenaicos para provocar una crecida artificial que arrastre los puentes tendidos por los republicanos mientras la aviación facha, que es abrumadora, machaca y destroza los puentes durante el día, que son reconstruidos rápidamente por la noche, en una curiosa competición entre aviadores y pontoneros.



Los combates más intensos se desarrollan en las proximidades de Fayón, Gandesa, Villalba dels arcs y Pobla de Massaluca , que permanecen en manos fascistas. En Fayón los nacionales impiden que se suelden los dos sectores del ataque , por lo que queda una pequeña bolsa en Mequinenza . En Gandesa, los dod bandos sufren una sangría al disputar la posesión del pico del Àliga ( cota 481). Villalba dels Arcs, defendida por un tercio carlista, resiste también los desesperados asaltos de la 3ª División de Tagüeña. Las vanguardias republicanas llegan hasta la ermita de Sant Josep del Bot, con el propósito de interceptar las carreteras de Bot a Gandesa y de Tarragona a Alcolea del Pinar, pero quedan detenidas.


El frente sur del río permanece estabilizado entre Fayón y Benifallet, los 35 Km del gran arco fluvial. Los nacionales acumulan sus reservas en torno a Gandesa y Villalba , y la ofensiva hace crisis a principios de agosto. El día 1 de agosto de 1938 llega a la tropa las órdenes de cavar trincheras y fortificar y de no retroceder un solo palmo de terreno. Empieza la terrible batalla de desgaste.



La batalla de desgaste


Una vez estabilizado el frente , Franco se encontró ante el dilema de de abandonar el terreno y montar una gran maniobra envolvente , amenazando a Barcelona, Valencia o Madrid, o iniciar una nueva batalla frontal para recuperar las posiciones abandonadas. Franco pasó uno de los peores momentos de la guerra, no solo por la situación en el Ebro sino también por la situación internacional con la anexión austriaca, hasta que se celebró el pacto de Munich no pudo dormir tranquilo. Pero Franco con su manía de no perder un solo palmo de terreno que ya le pertenecía decidió recuperar todo el frente perdido.


A principios de agosto comienza la batalla en la que los republicanos deben de mantener el territorio conquistado, la batalla, como diría Rojo “Defensiva”. La táctica de Franco es machacar con la artillería, diciendo “la artillería conquista el terreno, la infantería lo ocupa”.



El primer contraataque rebelde comienza el 6 de agosto, en la bolsa entre Mequinenza y Fayón . En menos de 24 horas , la división 84 desaloja a los republicanos de la 42 división y les obliga a repasar el río. El día 7 los nacionalistas recuperan en la orilla derecha del Ebro las posiciones que habían perdido al iniciarse la ofensiva republicana. Pero este éxito es engañoso, los republicanos tienen las órdenes de no retroceder un palmo, en un terreno muy apto para la defensiva.


Pàndols


El 10 de agosto los rebeldes inician su segunda ofensiva desde Prat del Comte, con el propósito de instalarse en la sierra de Pàndols, desde donde se domina Gandesa, zona defendida por Líster y su 11ª división. La artillería y los aviones , con vuelos en picado, se ensañan con los hombres de Líster, que no pueden cavar trincheras porque el suelo es de roca, cosa que hace que la dispersión de la metralla aumente considerablemente al impactar las bombas con las rocas, en un supremo esfuerzo los batallones navarros ocupan la cota 705, la más elevada de la serranía, pero un feroz ataque de los brigadistas internacionales de la 35 división les hace retroceder. La serra de Pàndols ha pasado a la historia como el teatro del más grande combate de la guerra, los barrancos de Pàndols acabaron repletos de cadáveres, la división navarra perdió el 70 por ciento de sus efectivos y los defensores republicanos tuvieron más de 5000 bajas.



Estabilizada la situación en las terribles barrancas de Pàndols, Franco ordena una nueva ruptura en el sector central del frente, con el objetivo de ocupar los montes de la Fatarella, para poder descender y envolver a las tropas enemigas concentradas ante las defensas de Gandesa. El 20 de agosto se lucha sin piedad en el camino de Villalba a la Fatarella, mientras la artillería y los bombardeos arrasan el bosque y los matorrales. El calor tórrido, la sed y la forunculosis causan estragos en los dos bandos, empeñados en un forcejeo sangriento en el triángulo entre Villalba, Corbera y el Pico Gaeta. Con el apoyo aéreo los fachas atacan de día, pero de noche contraatacan los republicanos, a final de mes cesan los combates, extenuados los dos contendientes.



El 2 de septiembre Franco instala su puesto de mando el Pico del Moro, para dirigir personalmente las operaciones, y al día siguiente comienza la cuarta ofensiva nacionalista con un asalto en el sector de els Gironesos, entre Gandesa y Corbera. Rompen el frente al norte de Corbera, ocupada el día 4. La táctica siempre es la misma : gran concentración de medios y ataque al asalto en frentes estrechos que se convierten en mataderos. Los combates fueron extremadamente encarnizados, como lo prueba el que la cota 343 que domina la salida de Corbera fue perdida y reconquistada cuatro veces por el Ejército Popular en un solo día.

Tras una breve pausa , los fachas reanudan la ofensiva el 8 de septiembre, pero son detenidos por tropas de refresco republicanas (divisiones 42 y 44) que bajan desde el Segre, y que siguen dominando la carretera Fatarella - Camposines.


Un temporal de lluvias detiene las operaciones durante los últimos días de setiembre, y hasta el 3 de octubre los legionarios de la 13 división no consiguen dominar el cruce de Camposines. Los combates prosiguen en la carretera que lleva a la Fatarella que será finalmente ocupada el 10 de octubre. De nuevo las lluvias y el agotamiento de los dos bandos encalman el frente durante la segunda quincena de octubre.

Finalmente el mando fascista organiza la operación que será decisiva : el asalto a la serra de Cavalls, para dominar desde las alturas toda la bolsa ocupada por los republicanos al cruzar el río. El ataque empieza el 30 de octubre, ocupando en un ataque relámpago las crestas de Cavalls.


Empieza así la segunda y definitiva fase de la batalla defensiva, en el que el Ejército Popular , en progresiva inferioridad y sometido a presión constante había sufrido un desgaste del que no se recuperaría.

Negrín y Rojo, si bien no alcanzaron el éxito estratégico de cortar las comunicaciones del ejército rebelde, consiguieron ganar cuatro meses, de gran importancia política y diplomática, pero con el desgaste del ejército popular, agotado y desmoralizado, se perdieron en la retaguardia las esperanzas de un fin negociado a la guerra. Después de un par de semanas más de intentos de resistencia en torno a Flix, las últimas unidades del Ejército del Ebro repasan el río, el 17 de noviembre de 1938. Termina la batalla más sangrienta de la guerra después de 116 días de combates.

No hay ningún cálculo completamente fiable sobre las bajas , pero muy probablemente fueron 90000 entre los dos bandos.

Esta fue la última gran batalla de la guerra y el principio del fin para la democracia española.




Sagrajas, 1086. Importante victoria almorávide.

Conocida también a veces como batalla de Zalaca, se libró en Sagrajas, en las proximidades de Badajoz el 23 de octubre de 1086 , entre las tropas cristianas de Alfonso VI de León y Castilla y las almorávides de Yusuf ibn Tashfin, con la derrota de las primeras.

Un año antes, Alfonso VI había tomado Toledo, lo que alarmó a los reyes de algunas taifas españolas, quienes solicitaron la ayuda militar de Yusuf ibn Tashfin . Desembarcó éste en Algeciras al mando de un ejército de musulmanes (los almorávides) con el que se dirigió hacia el norte. El monarca castellano-leonés, apoyado por el rey de Aragón, salió a su encuentro. Tuvo lugar éste en Sagrajas, cerca de Badajoz. Tras un primer empuje de las fuerzas castellano-leonesas mandadas por Álvar Fáñez, los senegaleses de Yusuf destrozaron el ejército cristiano. Alfonso VI salvó la vida con la huida.

Yusuf ibn Tashfin cruzó a Andalucía al mando de 7.000 hombres. Marchó con su ejército al norte de al-Andalús hasta llegar a az-Zallaqah. El ejército almorávide fue incrementándose con más efectivos reclutados en todo al-Ándalus, llegando a alcanzar los 30.000 soldados. Alfonso VI de Castilla, por su parte, llegó al campo de batalla con unos 60.000 hombres.

Los dos líderes intercambiaron mensajes antes de la batalla: Yusuf ibn Tashfin ofreció tres posibilidades al enemigo: convertirse al Islam, pagar tributo o luchar.

Alfonso VI decidió luchar contra los almorávides. La batalla comenzó al amanecer de un viernes, con el ataque del rey Alfonso. Yusuf Ibn Tashfin dividió su ejército en tres divisiones: la primera la dirigía Abbad III al-Mu'tamid y estaba compuesta por 15.000 soldados; la segunda la dirigía el mismo Yusuf, y estaba compuesta por 11.000 hombres; y la tercera división eran 4.000 guerreros negros africanos con espadas indias y largas jabalinas.

La primera división, la dirigida por Abbad III al-Mu'tamid, luchó sola contra Alfonso VI hasta entrada la tarde, y después se unieron a ellos Yusuf ibn Tashfin y su segunda división, para rodear las tropas de Alfonso VI. A las tropas castellanas les entró el pánico, y comenzaron a perder terreno, y entonces Yusuf ordenó a la tercera división atacar y terminar la batalla. Según los relatos de la época, las bajas en el ejército de Alfonso fueron tremendas (más de 59.500 muertos). Sólo 100 caballeros lograron volver al castillo. Alfonso VI, por su parte, sobrevivió a la batalla, pero perdió una pierna.

Por otro lado, dejando al margen los relatos contemporáneos, que suelen exagerar los números implicados, se cree que el ejército castellano estaba compuesto por 14.000 hombres, incluyendo a unos 2.000 caballeros, y que al menos la mitad de esa cifra se perdió. El rey y la mayoría de los nobles sobrevivieron, si bien algunos cayeron en batalla, incluyendo a los condes Rodrigo Muñoz y Vela Ovéquez. También hubo importantes bajas en el otro bando, especialmente para las huestes dirigidas por Dawud ibn Aysa , cuyo campo incluso fue saqueado en las primeras horas de la batalla, y por el gobernador de Badajoz, al-Mutawakkil ibn al-Aftas. El gobernador de Sevilla, al-Mu'tamid, fue herido en el primer encuentro, pero su ejemplo personal y su valor empujó al las fuerzas de al-Andalus en los momentos más difíciles de la carga castellana, dirigida por Álvar Fáñez. Entre los muertos se encuentra un imam de Córdonba muy popular, Abu-I-Abbas Ahmad ibn Rúmiala. Se dice que Yusuf por su parte se vio muy afectado por la carnicería.

Por otro lado, Yusuf tuvo que volver prematuramente a África, por la muerte de su heredero, por lo que Castilla y León no perdió mucho territorio, a pesar de la destrucción de la mayor parte de su ejército.

Hastings, octubre de 1066. De Bastardo a Conquistador.


Esta batalla entre Harold, rey de Inglaterra, y Guillermo el Bastardo, duque de Normandía, fue la culminación de una crisis sucesoria en el reino inglés: Eduardo el Confesor, rey de Inglaterra entre 1042 y 1066, no tenía heredero. Eduardo era hijo de Etereldo el Indeciso, rey de Inglaterra de 978 a 1016, y de Emma, de la casa ducal normanda, y se crió en el exilio en la corte de Normandía antes de ser llamado a Inglaterra en 1042. Llevó a algunos normandos a Inglaterra para que le ayudasen en su gobierno. Eduardo temía el poder de Godwin de Wessex, un potentado inglés a quien expulsó en 1051.

Prometió la sucesión al duque Guillermo, un pariente a quien conocía desde niño. Mientras tanto, Godwin organizó ataques contra Inglaterra y disfrutó de cierta simpatía entre los otros líderes de la sociedad inglesa, de manera que en cuestión de un año recuperó su poder. Después de su muerte, en 1053, el poder pasó a manos de su hijo mayor, Harold, que no solo era el hombre más poderoso del país: su hermana Edith, se casó con el rey Eduardo. Otro pretendiente era Harald Hardrada, rey de Noruega entre 1047 y 1066, descendiente del rey Canuto ( 1016-1035), que gobernó Escandinavia e Inglaterra.

Un pretendiente necesitaba ser aceptado por la poderosa aristocracia inglesa, y aunque es posible que algunos se opusieran a su sucesión, Harold probablemente fuese el candidato más aceptable. Además, antes de su muerte el 5 de enero de 1066, el rey Eduardo designó a Harold como su sucesor. Fue coronado el día de reyes de ese año.

Tanto Guillermo el Bastardo como Harald Hardrada, que se alió con el hermano exiliado de Harold, Tostig, se prepararon para la guerra.

Harold movilizó una flota y un ejército en la costa sur para hacer frente a la amenaza de Normandía, donde Guillermo reunió un ejército de unos 7000 hombres trasnportados en 776 barcos. Éste tuvo la suerte de que la presencia de un menor en el trono de Francia y el conflicto en Anjou neutralizasen a los potenciales enemigos continentales. Además, la diplomacia convenció al Papa de que honrase su expedición con un estandarte papal.

Por otra parte, Harald de Noruega, Tostig y su flota de 300 barcos desembarcaron cerca de York, derrotando a los condes del norte el 20 de septiembre en Fulford Gate. No obstante el ejército del rey Harold reaccionó rápidamente y atacó a los ejércitos escandinavos en Stamford Bridge el 24 de septiembre, batalla en la que murieron Harald y Tostig.

Cuatro días después, la noche del 28 de septiembre, el ejército del futuro Guillermo el Conquistador cruzó el canal de la Mancha y situó bases en Pevensey y después en Hastings. Guillermo deseaba luchar porque necesitaba una resolución rápida, y provocó a Harold arrasando Sussex. El rey se encontraba de regreso en Londres tras su victoria en Stamford Bridge e inspirado por su reciente victoria también estaba ansioso por entablar combate y aunque podría haber esperado a los refuerzos, marchó de inmediato hacia Hastings para acabar con el pretendiente al trono.

Harold ordenó a las levas locales que se le uniesen en el "viejo manzano", al norte de Hastings. Las fuentes sugieren que la respuesta no fue tan numerosa como cabría esperar. La deslealtad podría ser una explicación, pero también podría haber sucedido simplemente que Harold esperase atrapar a Guillermo por sorpresa y las levas tardasen en reunirse. En su descenso por la carretera de Londres, el ejército del rey se desplegó en la cumbre de lo que hoy se conoce como Battle Hill. Los espías de Guillermo habían detectado el avance y el ejército normando se reunió al pie de la montaña.

Los ingleses situaron sus flancos en el bosque, a ambos lados, de manera que los hombres de Guillermo harían frente a una carga ascendente que disminuiría el ritmo de la caballería y la infantería. El líder normando necesitaba una victoria rápida, ya que si los ingleses resistían, sus fuerzas acabarían aumentando.

Ambos bandos dependían de sus tropas de élite. Los caballeros de Guillermo y los "thegns" de Harold llevaban un tipo de armadura de malla muy similar y utilizaban lanzas y espadas, aunque muchos ingleses preferían las hachas de combate. Entre los dos ejércitos existían diferencias significativas. Los "thegns" ingleses viajaban a caballo, pero su tradición de luchar a pie se reforzó en este caso con la posición defensiva de Harold. Por el contrario, los normandos contaban con 2000 jinetes que aportaban movilidad. La elite inglesa contaba con el apoyo de levas locales apenas armadas y de dudoso valor militar, mientras que el duque Guillermo había reclutado a numerosos caballeros y mercenarios bien equipados. Además, los ingleses contaban con pocos arqueros en contraste con el alto número que había en las filas normandas.

Harold organizó un denso muro de escudos a lo largo de la montaña, con sus thegns en primera fila. Guillermo colocó al frente a sus arqueros con el fin de hostigar al enemigo, pero al lanzar cuesta arriba, apenas provocaron daños. La caballería y la infantería se organizaron en tres divisiones: los bretones a la izquierda, los normandos en el centro y los francos a la derecha. La batalla comenzó alrededor de las nueve de la mañana.


El primer asalto fue por parte de la infantería normanda, fue repelido y Guillermo tuvo que recurrir a la caballería por miedo a que su retirada provocase una derrota aplastante. Los ingleses comenzaron a perseguir a los bretones del flanco izquierdo, que parecían desordenados, y después se propagó el rumor de que Guillermo había muerto; sin embargo, éste reunió a sus hombres alzando su casco y recorriendo al galope la línea de batalla. Los ingleses que habían avanzado fueron aniquilados. Cabe la posibilidad de que Harold hubiese intentado un avance general que fue abortado por la muerte de sus hermanos, que hacían de guías. Las fuentes normandas aseguran que de esta crisis surgió una eficaz estratagrema: fingir la huida para atraer a los ingleses de manera que éstos abandonasen su línea defensiva y así poder matarlos en campo abierto. Esta estrategia se pudo utilizar en dos ocasiones a lo largo de la batalla. Sin embargo, la batalla desembocó en un enfrentamiento dificultoso en el que el muro de escudos inglés aguantó, aunque maltrecho.

Un acontecimiento fortuito decidió el desenlace. A medida que se acercaba la noche y los normandos se preparaban para el ataque final, una flecha alcanzó a Harold en el ojo. Los ingleses se sintieron perdidos ante la muerte del rey y el asalto de la caballería normanda otorgó la victoria a Guillermo.

En una época en la que las batallas rara vez duraban más de una hora, los ejércitos enfrentados en Hastings resistieron todo el día. Ambos comandantes impusieron una notable disciplina a sus tropas, y Guillermo demostró su habilidad táctica al explotar la movilidad ( si se creen las fuentes normandas que hablan de retiradas fingidas ). Al final, sin embargo, y como ocurre a menudo en las guerras, la casualidad resultó decisiva: la muerte de Harold dejó a los ingleses sin nada por lo que luchar.

La victoria en Hastings no garantizó el control de Inglaterra, pero sin un candidato obvio para la corona, los notables ingleses aceptaron con reservas a Guillermo, que fue coronado el día de Navidad de 1066. A continuación el nuevo rey tuvo que enfrentarse a continuas rebeliones y esperar a principios de la década de 1070 para ver su reino afianzado. Dado que la batalla decidió el destino del reino de Inglaterra, atrajo a un gran número de escritores y cronistas contemporáneos y fue también el tema de una gran trabajo de bordado, el tapiz de Bayeux. Además no se ha construido edificación alguna sobre el campo de batalla y se sabe donde se produjo el enfrentamiento porque Guillermo fundó Battle Abbey para conmemorar su victoria y ordenó que su altar mayor se situase en el punto exacto en donde el rey Harold cayó muerto.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Bull Run, 21-7-1861. The first great battle of the Civil War.



The first major battle of the Civil War was fought in Virginia, near the Manassas, Virginia railway junction, after which the battle is called (or First Bull Run, named after the flowing stream on the battlefield, if of the Union persuasion). The armies in this first battle were not very large by later Civil War standards. The Federal forces under Brigadier General Irvin McDowell were organized into four divisions (five, if one includes Runyan's division), of about 30,000 men. These divisions were commanded by Tyler, Hunter, Heintzelman, (Runyan), and Miles.

The Confederate command structure was somewhat more unwieldy, including two "armies", with no division structure and thirteen independent brigades under Bonham, Ewell, Jones, Longstreet, Cocke, Early, Holmes, Kershaw, Evans, Jackson, Bartow, Bee, Smith, and a cavalry brigade under Stuart. The Confederate Army of the Potomac was under the command of Brigadier General Pierre G. T. Beauregard, and the Army of the Shenandoah was commanded by Brigadier General Joseph E. Johnston. These two forces would equal McDowell's strength.



Interestingly enough, each commander had planned to initiate an attack on the other side with a feint attack on the enemy's right flank and a massed attack on the opposite flank. Had this been done simultaneously, and both been successful in their purpose, the two armies would have simply pivoted around each other and ended up in each other's rear, able to march unopposed to Washington or Richmond, as the case may be. As it turned out, the general least successful in initiating this movement was the winner.

McDowell had planned to use Tyler's division as the diversionary attack at the Stone Bridge, while Davies' brigade did the same at Blackburn's Ford. At the same time, Hunter's and Heintzelman's divisions would cross Bull Run at Sudley Springs and attack from the north.



McDowell's green troops involved in the flanking column, reached their jumping off positions two and a half hours behind schedule. Tyler's and Davies' attacks at the Stone Bridge and Blackburn's Ford were already well under way, and the Confederate high command was beginning to sense a ruse because the Union attacks were not pressed very hard. When Beauregard was notified that Federal troops were massing on his left flank, he realized that this must be the main attack so began to shift his own troop dispositions.

The Federals had about 18,000 men in the main attack column and it was only thanks to the quick reactions of Colonel "Shank" Evans and his small brigade that Beauregard did not suffer a major disaster. He quickly moved his small force to Matthew's Hill to block the Federal move. Sounds of the fighting drew other brigade commanders to Evans' aid on their own initiative. Brigadier General Barnard Bee and Colonel Bartow joined Evans' defensive line and deployed their men to his right to extend and strengthen it.

The Confederate position was still badly outnumbered however, and eventually the weight of those numbers began to be felt. With Tyler's division threatening the right flank and rear of the Confederate position after having forced a crossing at the Stone Bridge, and their left flank now being overlapped by Federal reinforcements, the three Confederate brigades broke to the rear, heading toward the cleared plateau of the Henry House Hill. Unfortunately for the Federals, they were slow to follow-up their success and allowed the Southern brigade commanders to rally the remnants of their units behind Jackson's brigade which had just arrived and formed a line of battle on the reverse slope of Henry House Hill.



In the meantime, McDowell ordered two artillery batteries to advance to silence the defensive fire. Rickett's Battery and Griffin's Battery advanced to well within musket range of the Confederate positions near the crest of the hill. These batteries were counterattacked by Confederate infantry and overrun and although it is still somewhat an open question, most historians give credit to the 33rd Virginia Infantry, although the 6th North Carolina State Troops, and elements of the 2nd Mississippi Infantry also claim credit for silencing Ricketts. This counterattack also routed the infantry supports to the guns -- a battalion of U. S. Marines and the 11th New York Infantry, the famed Fire Zouaves. The loss of the guns became a focal point for see-saw attacks and counterattacks by each side, with the possession of the guns changing hands several times.



Finally having accumulated enough units to not only stabilize the Confederate lines, but also overlap the right flank of the Federal lines, the order was given for a general advance by Beauregard. This attack caved-in the Federal right and what began as a fairly orderly retreat turned into a disorganized rout. The equally tired and inexperienced Confederates however, were in no shape to conduct an effective pursuit, so the battle ended. The Federals lost about 3,000 casualties (killed, wounded, and captured or missing), and the Confederates suffered about 2,000.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Passchendaele 1917. Matanza en el lodo.




El plan del mariscal sir Douglas Haig para el ataque británico en Flandes consistía en quebrar la línea alemana desde el saliente de Ypres y luego rodear el flanco derecho alemán establecido en la costa del mar del Norte. No lo disuadieron de esta estrategia las pérdidas terribles de la batalla del Somme en 1916 ni las dudas expuestas en cuanto al planteamiento por el equipo de información militar ni sus compañeros comandantes. Pétain pensaba que el ataque de Haig hacia Oostende fracasaría con seguridad, Foch lo describía como "fútil" y "fantástico".

Tampoco frenó a Haig el que los submarinos alemanes operasen principalmente a partir de sus puertos nacionales, es decir que aún tomando Zeebrugge y Oostende persistiría el peligro del submarino.



Había otras objeciones al plan; la tierra cercana a la desembocadura del Ijser, inundada por los belgas en 1914, proporcionaba una excelente barrera defensiva a la derecha de las formaciones alemanas. Por otra parte el ejército francés estaba todavía convaleciente de los motines y existía el problema inevitable del barro en un terreno dependiente del drenaje artificial. Pero, en su euforia, Haig se había convencido de que podía derrotar a Alemania sólo con la BEF antes de que llegaran los norteamericanos a robarle la gloria.



La ofensiva fue lanzada al norte de Messines, sobre un frente de 30 Km, entre Warnenton y Dixmude, el 31 de julio de 1917. La carnicería de Passendaele - conocida también como tercera batalla de Ypres - acababa de comenzar.

Era esencial un avance rápido, pues los registros metereológicos señalaban que en el mejor de los casos sólo se podían contar, en esa época del año, con un periodo de tres semanas sin lluvia. Llegado el momento habría lluvia temprana y continuada.

El bombardeo preliminar fue el más pesado montado hasta la fecha: durante dos semanas, 3100 cañones unos 41 millones de proyectiles. Sin embargo esto sólo sirvió para convertir el suelo anegado, cuyos sistemas de drenaje habían quedado destruidos por años de fuego artillero, en un amplio pantano con cráteres llenos de agua, a través del cual se suponía que habían de avanzar los británicos.



Debido a la naturaleza del terreno, los alemanes habían dejado de lado la construcción de líneas de trincheras defensivas en favor de los fortines escaqueados de hormigón que albergaban ametralladoras. La ofensiva aliada - si es que podía avanzar a través de los cráteres y el barro - caería, pues, bajo un fuego incesante.

Se encomendó la parte principal del ataque al V ejército del general Hubert Gough, con un cuerpo del II ejército de Plumer en su flanco derecho y del I Ejército francés, bajo el mando del general François Antoine, a su izquierda. Las fuerzas alemanas del sector - el IV Ejército del príncipe Rupprecht - estaban comandadas por el general Sixt von Armin.


A las 03:50 horas del primer día del ataque, 12 divisiones de infantería avanzaron en medio de una espesa niebla. Pronto se hizo evidente que la ofensiva no se ajustaba al plan previsto. En el flanco izquierdo, tres sierras al norte de Ypres - Bixschoote, St Julien y Pilcken - fueron tomadas luego de avanzar unos 3 Km; pero a la derecha, el golpe al sudeste de Ypres, hacia la carretera Ypres-Menen fue detenido a poca distancia de su objetivo.

La lluvia incesante hizo imposible cualquier avance más, no sólo para los infantes, que se hundían en el barro hasta las caderas, sino también para los nuevos tanques dispuestos para aprovechar la penetración. Gough, hasta entonces un firme partidario del ataque, se manifestó incómodo a Haig, pero el comandante en jefe confiaba ciegamente en un triunfo. El mismo Haig reconoció que "el profundo suelo arcilloso, se convirtió en una sucesión de grandes lagunas fangosas. Los valles de las corriente en riada se transformaron pronto en largas tiras de barro, intransitable salvo por unas pocas pistas bien definidas, que pasaron a ser los blancos favoritos de la artillería enemiga. Dejar estas pistas, no obstante, era arriesgarse a morir ahogado y , en el curso de los combates siguientes, en varias ocasiones se perdieron así tanto hombres como animales de carga"

Los alemanes tampoco estaban en mejores condiciones, tal y como describió un observador: " El sufrimiento de todos los soldados alemanes, arrebujados juntos en lugares expuestos, ha de ser una de las peores agonías de la humanidad, hechos pedazos por tempestades de granadas y empujados adelante por contraataques que saben que serán mortales para ellos."


La lluvia era tan densa y continua, sin embargo, que pasaron otras dos semanas antes de que se pudiera organizar un segundo golpe. El 16 de agosto el V Ejército de Gough asaltó la línea Gheluvelt-Langemarck, desde la carretera Ypres-Menen al noroeste. Se repitió el esquema de la primera ofensiva: el ala izquierda avanzó cierta distancia más allá del arroyuelo Steenbeck y de Lagenmarck, en la derecha el avance fue detenido de nuevo antes de que se pudiera consolidar cualquier posición definitiva o capturar un número significativo de alemanes.

La moral aliada comenzó a deteriorarse, como apuntó Lidell Hart: " los hombres sentían que la hábil resitencia del enemigo y el barro eran la única explicación a su inútil sacrificio" Cada vez había más malestar y amargura con el Alto Mando, de manera que Haig extendió el frente del II Ejército al norte, para incluir el esencial sector de la carretera de Menen, dando así a Plumer el objetivo principal: la meseta de Gheluvelt al este de Ypres. Plumer decidió tomar la meseta en cuatro fases; optó por concentrar sus esfuerzos en cada, dedicándose a objetivos limitados con fuerte apoyo artillero. Esta táctica permitiría a su ejército repeler los contraataques que sin duda se producirian.



A pesar de persistir la niebla espesa, el ataque inicial de Plumer se lanzó a las 05:40 horas del 20 de septiembre. Cuatro divisiones, dos de ellas australianas, avanzaron sobre un frente limitado de unos 4,5 Km, con 1300 cañones concentrados a lo largo de la línea entre Klein, Zillebeke y Westhoek.

Los hombres del II Ejército, empujando a ambos lados de la carretera de Menen, hicieron avances significativos: en 45 minutos se habían alcanzado los primeros objetivos. A mediodía la 23th División North of England estaba a sólo 1 Km de Gheluvelt, mientras que al norte de la carretera habían sido tomadas Nonne Bosschen, Black Watch Corner, Veldhoek y la mitad de Polygon Wood, Más al norte, las fuerzas del V Ejército habían avanzado sobre la línea férrea Ypres-Roulers hasta un punto justo delante de Zonnebeke.


Todos los objetivos habían sido alcanzados y los contraataques rechazados. La línea aliada se había adelantado una media de 825 metros.El extremo sur de la sierra de Passendaele, de la que dependía la seguridad de los alemanes, había sido tomado, aunque los británicos no lo habrían logrado aún en la parte norte.

La segunda parte del ataque tuvo lugar el 26 de septiembre, un día de tiempo insólitamente bueno, aunque el suelo revuelto y destrozado seguía siendo intransitable y traicionero. La infantería avanzó al salir el sol y los australianos pronto hubieron capturado lo que faltaba por tomar de Polygon Wood. Siguieron contraataques alemanes y más lluvia torrencial. El 4 de octubre volvieron a atacar, esta vez con 12 divisiones sobre un frente de 13 Km. Se ganó la sierra principal, al este de Ypres, de Gheluvelt a Broodseine.


A pesar de estos éxitos limitados y sumamente costosos, la situación estratégica aliada podía ser considerada ahora como un fuerte e innegable fracaso. Diez semanas de combate habían permitido lo que Haig había calculado que costaría dos días. El invierno se acercaba y no estaban consolidados los principales objetivos británicos detrás de la sierra de Passendaele. Ya no había posibilidad para una operación definitiva en Flandes, y menos aún de capturar Zeebrugge u Ostende.

Sin embargo Haig, todavía irresponsablemente optimista, decidió seguir adelante. El 8 de octubre se lanzó una nueva ofensiva en un frente de 13 Km que se extendía desde Veldhoek en el norte hasta Broodseine en el sur. El resultado fue el mismo: grandes pérdidas de hombres, atrapados en los lodos y poco terreno ganado. No obstante, y de nuevo a pesar de la lluvia incesante el estúpido Haig ordenó un nuevo ataque contra la sierra de Passendaele. Una vez más el resultado era seguro con las tropas atacantes de regreso casi en su línea de partida.

Haig no se dió por vencido y ordenó de nuevo atacar las tierras altas alrededor de la sierra de Passendaele el día 22 de octubre. En el ataque participó el I Ejército francés y el V británico, el día 26 atacó el III Ejército y se reintentó el 30 de octubre con los mismos resultados. El ya intolerable sufrimiento de los soldados aliados quedó ahora exacerbado por el mayor uso del gas mostaza por parte de los alemanes.



El 2 de noviembre, un avance inesperado de la 1ª y 2 ª Divisiones Canadienses aseguró finalmente la toma del terreno elevado en el que se erguían las ruinas del destruido pueblo de Passendaele, Haig al fin estaba satisfecho. El saliente de Ypres, donde los aliados habían sido desde 1914 blancos de primera para los cañones alemanes, había sido rectificado, dejando sólo un pequeño saliente alrededor del propio Passendaele. Pero no se había tomado Zeebrugge ni Ostende, ni rechazado al enemigo. Menos aún se había ganado la guerra.

Para los aliados fue una victoria pírrica con 250 000 bajas, casi 90000 de las cuales se informaron como "desaparecidos"; casi la mitad de esta última cifra - poco más de 40000 - no fueron encontrados nunca. La mayoría se había ahogado y había quedado enterrada en el barro: todavía hoy, más de 90 años después, los agricultores desentierran huesos al arar la tierra. Las bajas alemanas, aunque no registradas en cifras concretas, han sido descritas en la historia oficial como "excesivas".

martes, 23 de septiembre de 2008

Puente Milvio 312 dC. La legendaria batalla que convirtió a un imperio.


Este enfrentamiento tuvo lugar cerca de Roma frente al puente del Tíber conocido como Pons Milvium el 28 de octubre de 312 , y combatieron Majencio contra Constantino I. La victoria fue para este último quien pasó a ostentar definitivamente el título de coemperador en el trono de occidente junto con su cuñado Licinio que lo era de oriente.

Un sinfín de luchas se produjeron en las dos partes del Imperio a consecuencia del establecimiento por Diocleciano de la Tetrarquía. Una de las últimas y más conocidas es la que enfrentó a Majencio contra Constantino, hijo de Constancio Cloro, que obtuvo la tetrarquía de occidente y Licinio sucesor inmediato de Maximino en oriente.

A la muerte del emperador Constancio en 306 Constantino fue nombrado Augusto de occidente. A su vez Majencio fue proclamado Augusto por su guardia aprovechando que Constantino se hallaba en Britania, y se hizo fuerte en la Ciudad de Roma. Constantino abandonó Britania y después de conseguir el apoyo del norte de la península de Italia y derrotar a las fuerzas de Majencio en Verona y Turín, reunió su ejército y se dirigió a la Metrópoli donde finalmente se enfrentó al ejército de Majencio que le esperaba al otro lado del Tíber.


La leyenda cuenta que una noche, antes de la batalla, Constantino vio en sueños una cruz en el cielo al mismo tiempo que una voz divina le indicaba que con ese signo vencería, in hoc signo vinces. Constantino hizo decorar los escudos de sus soldados con el símbolo de la cruz (el futuro Crismón) y se lanzó contra el ejército enemigo. El emperador se percató enseguida de que los jinetes de Majencio tenían desprotegido el vientre de sus monturas,por lo cual resultó fácil para sus tropas destripar a la caballería enemiga. Finalmente, venció después de una dura lucha.

Auxilia palatina


El mismo Majencio murió ahogado en el río, por el peso de su armadura, durante la batalla, cuando su ejército huía ante la acometida de los hombres de Constantino. Sólo su cabeza volvió a Roma al día siguiente, cuando Constantino la exhibió en señal de victoria. El triunfo de Constantino supuso un año más tarde también la del cristianismo con el Edicto de Milán y a partir del 323 con el enfrentamiento y muerte de Licinio después de la batalla de Adrianópolis el final de la tetrarquía convirtiéndose Constantino en único emperador.


Infante y caballero bajoimperial. Nótese el Crismón en el escudo del jinete.


lunes, 22 de septiembre de 2008

Omdurman. 2 de septiembre de 1898. El colonialismo masacra.



Omdurman representó el punto álgido del éxito del imperialismo británico contra la resistencia nativa y puso fin al Mahdiyya, el estado derviche del Sudán egipcio. Aunque Gran Bretaña ocupó Egipto en 1882, el control de Sudán se perdió a manos del movimiento mesiánico islámico del Mahdí. Las derrotas de las fuerzas británicas culminaron con la muerte del general Charles Gordon en Jartum en 1885.

Gran Bretaña y Egipto ( gobernado de facto por el cónsul general británico Lord Cromer ) dejaron Sudán en manos del califa, el sucesor del Mahdí, durante una década. Vengar la muerte del general Gordon fue una causa popular en inglaterra, pero no el motivo de la "reconquista" de 1896-98. Lord Salisbury, primer ministro conservador, ordenó una diversión para ayudar a los italianos, derrotados en Adua a principios de 1896, y para impedir cualquier alianza entre Abisinia, el califa y Francia. Sin embargo, el éxito del avance egipcio por el sur siguiendo el Nilo hacia Dongola demostró la voluntad de las tropas nativas de luchar contra los musulmanes, y Londres recibió noticias de una expedición militar francesa que se dirigía hacia el valle del Alto Nilo.


Salisbury y Cromer decidieron que las fuerzas mandadas por el general de división Herbert Kitchener, "sirdar" ( comandante ) del ejército egipcio, debían tomar Omdurman, la capital derviche, y garantizar el control de todo el valle del Nilo. La expedición contó con recursos y refuerzos británicos, aunque continuó siendo egipcia ( y en torno a 2/3 de los hombres y del dinero vinieron de Egipto ).



La campaña de Kitchener dependía del transporte y del avituallamiento. Superó los problemas de la distancia y del desierto construyendo el ferrocarril militar de Sudán que cruzaba el gran meandro del Nilo - unos 620 Km -. La línea garantizó el flujo rápido de refuerzos, provisiones y secciones prefabricadas de los barcos de vapor que otorgaron a Kitchener el control efectivo del Nilo y de sus orillas. En Atbara, en abril de 1898, fue derrotada una fuerza mahdista de 14000 efectivos; posteriormente los derviches apenas ofrecieron resistencia cuando el ejército angloegipcio avanzó por el río. El califa se lo jugó todo en una gran batalla librada delante de su capital.

Los invasores ingleses llegaron a las llanuras que se extienden ante Omdurman el 1 de septiembre; aseguraron la orilla este del río y la artillería y los cañoneros bombardearon la ciudad y sus defensas. Un gran ejército derviche ocupó el campo y Kitchener decidió proteger a sus fuerzas por la noche con un gran campamento semicircular que daba al Nilo, junto a las embarcaciones, con una "zariba" ( muralla de espinos ) en el lado del desierto. Un ataque nocturno habría reducido la potencia de fuego aliada y habría proporcionado a los derviches su mejor oportunidad de romper la zariba, pero la batalla comenzó con las primeras luces del alba.

Se produjo en dos fases. En la primera, las fuerzas principales de Kitchener protagonizaron un enfrentamiento esencialmente defensivo desde el interior de la zariba; en la segunda, salieron y avanzaron sobre Omdurman, y cortaron la retirada de los derviches ya que a Kitchener no le gustaba la idea de luchar por las calles de una ciudad hostil.

La primera fase estuvo dominada por el peso de la potencia de fuego británica cuando el ejército enemigo cargó contra todo el perímetro de la llanura. Los derviches, superiores en número, apenas tenían artillería y sólo poseían mosquetes y fusiles obsoletos con munición de mala calidad, en contraste con las armas modernas de los ingleses. La artillería de Kitchener de 80 piezas, incluidas las de las lanchas cañoneras, inició el fuego con metralla a 2750 metros, los cañones 44 Maxim a 1650 metros y los fusiles de los infantes a poco más de mil metros.

Los batallones egipcios contaban con el fusil Martini-Henry; los británicos con el nuevo Lee-Metford de repetición y sin humo. Pocos derviches sobrevivieron dentro de los 270 metros del perímetro y ninguno llegó al mismo. El único contratiempo de los aliados fue que la caballería y los cuerpos de camellos, situados fuera de la zariba, fueron conducidos más al norte por la caballería derviche. La intervención de los cañoneros los salvó del desastre.



La aniquilación de las cargas derviches convenció a Kitchener para salir del perímetro y avanzar sobre Omrudam a fin de cortar la retirada a los supervivientes. La decisión resultó prematura y en esta segunda fase las fuerzas inglesas sufrieron bastantes pérdidas y se enfrentaron a serios contratiempos; además, se encontraban demasiado lejos para recibir el apoyo de los cañoneros. Kitchener subestimó las reservas del califa, a la espera tras las montañas. La carga de caballería de los lanceros del XXI escuadrón resultó innecesaria pese a los éxitos ya que dejaron a la unidad inservible debido a las bajas sufridas.

El abandono de la formación escalonada estándar ante las prisas por entrar en la ciudad dejó a la división de infantería egipcia expuesta en el flanco noroeste del avance. El coronel al mando, Hector MacDonald, realineó a su división orientada al oeste y después al norte, mientras todavía era atacada, y respondió a los atacantes hasta verse liberada. De nuevo el peso de la potencia de fugo angloegipcia se impuso a las valerosas cargas masivas a caballo y dromedario de los derviches. Las fuerzas supervivientes se retiraron del campo de batalla y la marcha aliada sobre Omdurman llegó a su fin.



La victoria de Kitchener fue recibida con júbilo en Gran Bretaña y un aura de invencibilidad rodeó a las tropas coloniales británicas, pues en este combate sólo tuvieron 48 muertos y 434 heridos frente a las cerca de 30000 bajas derviches. Sin embargo este aroma a invencibilidad en campos de batalla coloniales pronto se desvanecería debido a las inminentes guerras Bóer.