miércoles, 4 de marzo de 2009

BOSWORTH, 22-VIII-1485. Mi reino por un caballo.




Ricardo III ocupó el trono inglés en 1483, tras la muerte de su hermano, Eduardo IV. Había rechazado un rebelión liderada por el duque de Buckingham antes de la aparición del siguiente reto: Enrique Tudor, conde de Richmond. Tudor se encontraba exiliado en Bretaña. A través de su madre, Margaret Beaufort, reclamó un linaje Lancaster poco sólido. Su matrimonio con la hija mayor de Eduardo IV, Isabel, también le hizo ganar a los partidarios desilusionados de la casa de York para su causa.


El 7 de agosto de 1485, Enrique llegó a Pembrokeshire listo para intentar conseguir la corona. Galés de nacimiento, se ganó un gran apoyo local a su paso por el centro de Gales. Al cruzar la frontera para entrar en Inglaterra, se le unieron 500 hombres liderados por sir Gilbert Talbot. Mientras que el padrastro de Enrique, lord Thomas Stanley, se negó a pronunciarse a favor de uno de los dos bandos, su hermano sir William Stanley, más impulsivo, pudo haber animado al pretendiente al trono.


Juntos, los dos Stanley controlaban el poder militar de Lancashire, Cheshire y gran parte del norte de Gales. Sus tropas superaban a los ejércitos enemigos y suponían una presencia desconcertante tanto para el rey como para el aspirante.


Ricardo III recurrió a sus propios seguidores, principalmente los del norte de Inglaterra, para formar a su comitiva a toda prisa. Su ejército se ordenó en las Midlands en cuestión de días. La víspera de la batalla, Ricardo tenía a su mando entre 8000 y 10000 hombres, tal vez el doble de los reunidos por Enrique.


Existe un gran misterio en torno a la batalla de Bosworth, incluso en lo que respecta a su ubicación precisa. La topografía de la batalla y las disposiciones de las tropas también siguen siendo objeto de debate. Probablemente , los ejércitos rivales se desplegaron en la llanura sudoeste de Ambion Hill, cerca de Market Bosworth ( en Leicestershire )


Al parecer, el ejército de Enrique se formó en torno a un centro de mercenarios franceses, armados sobre todo con picas y alabardas. Las tropas galesas e inglesas de Enrique irían armadas con arcos, picos y lanzas. También contaban con algunos cañones, probablemente tomados de la guarnición de Lichfield. Enrique, de 28 años, no era un soldado experimentado, pero contaba con los sabios consejos de John de Vere, conde de Oxford, y del capitán francés Filibert de Chandée.


Por el contrario, Ricardo III era un comandante probado, veterano de batallas ocurridas entre Inglaterra y Escocia, y estaba familiarizado con los métodos de guerra continentales por haber servido junto al ejército de Borgoña durante la campaña frustrada de 1475 en Francia. Las tropas de Ricardo eran numerosas y equilibradas; su infantería, compuesta principalmente por arqueros y alabarderos, contó con el apoyo de la artillería y de una potente fuerza de hombres de armas a caballo.


La mañana de la batalla, el 22 de agosto, todo parecía a favor de Ricardo. Para él, aquel día supondría la posibilidad de establecer la legitimidad de su reinado a través de la victoria. Por esta razón, luchó abiertamente como un rey: lució una corona de oro en su casco y el escudo de armas bajo la armadura. Según los conocimientos militares establecidos, dividió su ejército en tres secciones. La vanguardia, con un número aproximado de 1200 hombres, estaba liderada por el duque de Norfolk; la principal, con unos 2500 hombres, contaba con el propio Ricardo como comandante, y la retaguardia, de un tamaño similar, iba al mando del conde de Nothumberland.

Por su parte, Enrique concentró su ejército, más pequeñoa en una única batalla ( sección ) principal. Se había reunido una vez más con los Stanley el 21 de agosto, pero no había conseguido una garantía segura de sus intenciones. Los hermanos tomaron posición en el flanco izquierdo de Ricardo.



Enfrentado a un enemigo numéricamente superior, Enrique necesitaba cierta ventaja táctica. Cuando comenzó el combate, Oxford guió a la sección principal de Enrique en una marcha de alcance de los flancos, a la derecha de la vanguardia de Norfolk. Con estos dos grupos de hombres encerrados en un combate sangriento, Ricardo podría desplazar su sección principal para acudir en ayuda de Norfolk. Por el contrario, se valió de una oportunidad pasajera para asestar un golpe decisivo en otro punto del campo de batalla. Enrique y su guardaespaldas se habían separado del grueso de sus tropas y Ricardo les vio. Espoleó a su caballo y se dispuso a atacar junto a sus hombres de armas.



Parecían una fuerza imparable. El portaestandarte de Enrique, William Brandon, murió atravesado por la lanza de Ricardo. Se produjo una feroz lucha en torno al portador derribado. Sir John Cheeney se interpuso con coraje en el camino del rey Ricardo, pero también cayó.

Ricardo debía estar sólo a unos pocos metros de su rival cuando un nuevo ataque convulsionó el enfrentamiento.


Sir William Stanley se unió a la batalla, atacando a Ricardo y a su grupo aislado de hombres de armas. El rey, sin caballo, tuvo que huir mientras sus seguidores iban cayendo a su alrededor. El mismo Ricardo cayó finalmente ante las armas de los hombres de Enrique. Muchos soldados de su vanguardia sufrieron un destino similar. Mientras Oxford siguió avanzando, Norfolk fue muerto y su pelotón se dispersó.


La retaguardia de Northumberland, sin embargo, no atacó ni recibió un solo golpe antes de retirarse del combate ( se desconoce si fue debido a la traición o a la creciente confusión de la batalla ). Finalmente, Enrique había vencido.


Aunque considerada tradicionalmente como el final del periodo medieval en Inglaterra, la batalla de Bosworth apenas influyó en las vidas de la mayoría de habitantes de Inglaterra y Gales. Ni siquiera la nueva dinastía se encontraba completamente segura. Enrique VII derrotaría a un pretendiente de la casa de York en Stokeby-Newark en el año 1487, y a otro que acompañaba a una incursión escocesa en el norte de Inglaterra en 1496.


Sin embargo, mirándolo retrospectivamente, la batalla de Bosworth tuvo un inmenso significado histórico. Al parecer, el establecimiento de la nueva dinastía Tudor marcó un nuevo comienzo tras 30 años de guerras intestinas e inestabilidad.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre me queda la duda, ¿realmente Ricardo dijo aquello de "mi reino por un caballo"? ¿O es completamente inventado de Shakespeare?