viernes, 19 de diciembre de 2008

Lützen 1632. La muerte de un rey.


A lo largo del siglo XVII la importancia de la caballería en los campos de batalla había decaído considerablemente. El aumento en la precisión y velocidad de fuego de los mosquetes y el empleo de la pica había relegado a los caballos casi a un segundo plano. Los tercios españoles, la formación predominante a finales del XVI y principios del XVII, era de infantería combinando muy eficazmente la acción de las armas de fuego y las largas picas. La caballería había intentando adoptar las armas de fuego de tal forma que su acción más común durante la época era la 'caracola': los jinetes, armados con pistolas con llave de rueda, avanzaban al trote hasta las proximidades de la línea enemiga,disparaban y volvían atrás para recargar. El problema era que las pistolas tenían menos alcance que los mosquetes. La lanza casi había desaparecido, de tal forma que la caballería apenas se usaba en la fase final de las batallas para desbaratar a un enemigo ya dañado o para enfrentarse con unidades similares del enemigo en los preliminares de la batalla para ocupar posiciones estratégicas, convirtiendo sus armas, sobre todo, en herramientas para el duelo cuerpo a cuerpo.



Esto dio lugar a un episodio trágicamente chusco, pero que tendría su trascendencia: en la batalla de Klusino (1610) entre suecos y polacos, la caballería sueca realizó la acción de 'caracola' ante los polacos. Mientras los nórdicos se retiraban para recargar sus pistolas, los polacos cargaron al galope a sable y lanza, destrozándolos.

Gustavo Adolfo prestó atención a este hecho en sus reformas, estableciendo que la caballería sueca pasaría a partir de entonces a cargar hasta el momento de contacto llegando siempre al cuerpo a cuerpo. Se realizaron cálculos sobre la posibilidad de que un fuego concentrado durante tiempo detuviese la carga, estableciendo que la velocidad podría limitar los riesgos: un mosquetero normal disparaba dos veces por minuto. Al margen, el alcance no era tampoco excesivo. Así, se optó por un 'uniforme' con menos protección que los coraceros imperiales, que llevaban armadura completa: los suecos sólo llevaban peto y casco, y protecciones de cuero.

Además, Gustavo Adolfo trató de integrar las tres armas de la época: mosquetes, caballería y artillería: intercaló formaciones de mosqueteros entre los escuadrones de caballería (desde el inicio de la carga hasta el momento del contacto iban casi siempre al paso y al trote). Estos escuadrones llevaban los célebres cañones ligeros suecos, con cargas 'medidas' en bloques de madera y que podían ser movidos por dos hombres. Los suecos llevaban dos pistolas y carabina, además de espada o hacha, pero la orden era un disparo solamente antes de percutir, y sólo en la final delantera. El resto, para emergencias y en la 'melé'. Con estas innovaciones derrotaron alos imperiales en muchas ocasiones durante la Guerra de los Treinta Años. Pappenheim, el gran general imperial de caballería, no sabía que hacer.

La culminación de esta táctica llegó en la batalla de Lützen (1632) en la que los suecos, mandados por el mismo Gustavo Adolfo, se enfrentaron a los imperiales de Wallenstein. Cuando los suecos localizaron a los imperiales, Pappenheim y la caballería no estaban con ellos, con lo que Wallestein decidió atrincherarse. Sobre todo, tras una gran trinchera junto al camino de Leipzig, con el pueblo de Lüzten a su derecha. Sin embargo, no tenía hombres suficientes para llegar al río Flossgraben, a la izquierda. En total, tenía unos 9.000 hombres contra 19.000 suecos, de los cuales 6.000 eran jinetes. Gustavo Adolfo tomó el mando de ala derecha.



La mañana de la batalla, una densa niebla cubría el terreno. Gustavo Adolfo juzgó que precisaba despejar la posición de la trinchera para que la caballería pudiera maniobrar y cargó al frente del ala derecha. A medio galope para permitir la acción de sus mosqueteros y artillería. Agotada su munición, pasaron al galope y arrollaron a la caballería imperial mandada por Holk y a la primera línea de defensa de infantería. Sortearon las defensas y arremetieron contra la segunda línea. Allí se agotó la carga pero la llegada de la segunda línea de caballería sueca les permitió retomar la iniciativa. Los imperiales estaban a punto de ser desbordados en su ala izquierda mientras que en el centro la infantería sueca les disputaba la posición de la trinchera, superando a su artillería fija. Wallenstein ordenó a su caballería ligera croata cargar por su derecha. Sin embargo, los sajones aliados de los suecos resistieron y Gustavo Adolfo cruzó el campo de batalla para reforzarlos. Los croatas fueron derrotados pero en ese momento, mediodía más o menos, llegó la caballería de Pappenheim.



Con Gustavo Adolfo en el lado contrario del campo, Pappenheim dirigió personalmente una carga de coraceros contra la derecha sueca: había aprendido de su experiencia con los suecos y también cargaron al contacto y no con la 'caracola'. Los suecos fueron rechazados pero no huyeron gracias al fuego de la infantería intercalada y los cañones. Una de sus balas alcanzó en el pecho a Pappenheim, que murió.

Casi en el mismo momento, con los croatas ya rechazados pero con la infantería sueca y la imperial enzarzadas junto a la trinchera, Gustavo Adolfo vio a una brigada de infantería en apuros y cargó en su apoyo con su guardia personal. Una bala de mosquete le hirió en el brazo. Una segunda, a su caballo, que se encabritó y lo arrastró lejos de la escolta. Recibió un tiro por la espalda y otros dos más. Corrió por el campo la noticia de su muerte pero los suecos, en vez de desbandarse, redoblaron sus esfuerzos. En cambio, en la izquierda imperial la caballería de Pappenheim, agotada por otra carga sueca y desmoralizada por la muerte de su jefe, sí cedió. Wallestein hizo entrar en acción a la reserva de caballería mandada por Ottavio Piccolomini. Fue herido varias veces, pero consiguió aliviar la presión sobre el centro imperial.

En la derecha, una vez repuestos de la noticia de la muerte de Gustavo Adolfo, Bernardo de Sajonia reunió a la caballería y puso en fuga a la infantería imperial de su flanco. Los de Piccolomini también llevaban la peor parte pero la caballería sueca estaba exhausta. En el centro, el choque de infantería estaba indeciso y la llegada de la noche y los refuerzos de infantería de Pappenheim, dejados atrás por la caballería para llegar a tiempo, permitieron que el maltrecho ejército de Wallenstein se retirarse hacia Leipzig.

El cuerpo de Gustavo Adolfo fue encontrado en la trinchera. Los suecos ganaron la batalla pero habían perdido más hombres que los imperiales pero la caballería había recobrado protagonismo en el campo de batalla.

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