domingo, 7 de septiembre de 2008

Bouvines 1214. Una de las más importantes victorias de la historia de Francia.




La batalla de Bouvines se enmarca dentro de la campaña de Flandes por parte de Felipe II Augusto. Recordemos que a comienzos de julio el príncipe Luis había sido enviado por su padre al Poitou mientras el rey se encargaba de atacar las ciudades y aldeas flamencas rebeldes. Fue allí, pues, donde supo de la existencia de un gran ejército aliado y vio la oportunidad de acabar con sus enemigos de una vez por todas.

El día anterior a la batalla el ejército de Felipe Augusto se encontraba en Tournai, unos 12 km. al E. de Bouvines. El rey y sus comandantes decidieron presentar batalla tan pronto como les fuera posible y buscaron un lugar adecuado donde enfrentarse a sus enemigos. Por su parte Otón y los aliados se encontraban esa misma mañana en Mortagne (unos 12 km. al sudeste de los franceses) y estaban convencidos de su próxima victoria, por lo que cuando recibieron la noticia de la posición del ejército franco abandonaron Mortagne y se dirigieron en su persecución. Felipe Augusto se detuvo en Bouvines, una ciudad próxima a una amplia campiña bordeada por un río y unas marismas, en cuya capilla oyó misa, rezó y arengó a sus capitanes.


El ejército aliado había estado siguiendo al francés a gran velocidad. Sin embargo, su estrategia iba a ser errónea: en lugar de esperar al resto de sus efectivos para impresionar y enfrentarse al enemigo con todo su potencial, los caballeros flamencos -llevados por el orgulloso espíritu individualista del noble guerrero- se presentaron primero ante el ejército francés formando sus propias unidades. Antes de que comenzase la batalla, se les uniría una segunda división y cuando la refriega ya estuviese en marcha continuaron llegando soldados aliados, algunos de los cuales llegaron solamente a ver el final de la batalla y la derrota de sus unidades.


El ala izquierda de los aliados estaba al mando de Fernando de Flandes y la conformaban la caballería flamenca y de Hainaut, que se enfrentaría al ala derecha francesa, compuesta por caballería pesada reforzada por jinetes ligeros al mando de Guérin, duque de Borgoña. En el centro se encontraba el emperador Otón de Brunswick con sus barones alemanes a caballo y un nutrido grupo de infantes. Frente a él, Felipe Augusto también con su caballería e infantería. Y finalmente, en el ala derecha aliada Reinaud de Danmartin, conde de Boulogne, y Guillermo de Salisbury (conocido como Espada Larga) comandaría una fuerza formada por sus propios hombres, pagados con dinero inglés. Este ala contaba, al parecer, con poca caballería y se fue incrementando durante el transcurso de la batalla con nuevos soldados flamencos, ya que se hallaba próxima al camino. Frente a ella, el ala izquierda francesa estaba compuesta por caballeros e infantes al mando del duque Felipe de Beauvais y el conde Robert de Dreux.

La batalla de Bouvines se enmarca dentro de la campaña de Flandes por parte de Felipe II Augusto. Recordemos que a comienzos de julio el príncipe Luis había sido enviado por su padre al Poitou mientras el rey se encargaba de atacar las ciudades y aldeas flamencas rebeldes. Fue allí, pues, donde supo de la existencia de un gran ejército aliado y vio la oportunidad de acabar con sus enemigos de una vez por todas.

El día anterior a la batalla el ejército de Felipe Augusto se encontraba en Tournai, unos 12 km. al E. de Bouvines. El rey y sus comandantes decidieron presentar batalla tan pronto como les fuera posible y buscaron un lugar adecuado donde enfrentarse a sus enemigos. Por su parte Otón y los aliados se encontraban esa misma mañana en Mortagne (unos 12 km. al sudeste de los franceses) y estaban convencidos de su próxima victoria, por lo que cuando recibieron la noticia de la posición del ejército franco abandonaron Mortagne y se dirigieron en su persecución. Felipe Augusto se detuvo en Bouvines, una ciudad próxima a una amplia campiña bordeada por un río y unas marismas, en cuya capilla oyó misa, rezó y arengó a sus capitanes.


El ejército aliado había estado siguiendo al francés a gran velocidad. Sin embargo, su estrategia iba a ser errónea: en lugar de esperar al resto de sus efectivos para impresionar y enfrentarse al enemigo con todo su potencial, los caballeros flamencos -llevados por el orgulloso espíritu individualista del noble guerrero- se presentaron primero ante el ejército francés formando sus propias unidades. Antes de que comenzase la batalla, se les uniría una segunda división y cuando la refriega ya estuviese en marcha continuaron llegando soldados aliados, algunos de los cuales llegaron solamente a ver el final de la batalla y la derrota de sus unidades.


El ala izquierda de los aliados estaba al mando de Fernando de Flandes y la conformaban la caballería flamenca y de Hainaut, que se enfrentaría al ala derecha francesa, compuesta por caballería pesada reforzada por jinetes ligeros al mando de Guérin, duque de Borgoña. En el centro se encontraba el emperador Otón de Brunswick con sus barones alemanes a caballo y un nutrido grupo de infantes. Frente a él, Felipe Augusto también con su caballería e infantería. Y finalmente, en el ala derecha aliada Reinaud de Danmartin, conde de Boulogne, y Guillermo de Salisbury (conocido como Espada Larga) comandaría una fuerza formada por sus propios hombres, pagados con dinero inglés. Este ala contaba, al parecer, con poca caballería y se fue incrementando durante el transcurso de la batalla con nuevos soldados flamencos, ya que se hallaba próxima al camino. Frente a ella, el ala izquierda francesa estaba compuesta por caballeros e infantes al mando del duque Felipe de Beauvais y el conde Robert de Dreux.


La batalla comenzó con el enfrentamiento entre el ala izquierda aliada de Ferrand de Flandes y el ala derecha francesa de Guérin de Borgoña con cargas de caballería simultáneas, caballo contra caballo con lanzadas bajas. Esta primera fase de la batalla (1, en el esquema) no duró mucho, apenas una hora, y en ella al parecer no intervino la infantería. Mientras tanto el rey Felipe frenaba su impulso de atacar y contenía a sus tropas, sabedor de que su posición en aquél instante (con la caballería en segunda línea) era más favorable a la defensa que a un ataque descontrolado.


Sin embargo Otón de Brunswick sí decidió cargar contra las líneas centrales francesas (2) cuando aún su ala izquierda peleaba contra los caballeros del duque de Borgoña. En esta segunda fase de la batalla las tropas imperiales tuvieron un éxito inicial, arrollando a la infantería francesa y haciendo incluso descabalgar al propio Felipe Augusto ante su empuje. Así lo narra Guillaume le Breton en su relato:


“Mientras luchaban contra Otón y los alemanes, los peones que en primera fila estaban alcanzaron repentinamente al rey y le derribaron de su caballo con lanzas y garfios de hierro. Si la soberana virtud y la armadura especial que su cuerpo llevaba no le hubiesen protegido, allí le habrían matado”



Fue sin duda el momento más crítico de la batalla para el rey Felipe Augusto, pero afortunadamente para él las líneas francesas no se rompieron, de modo que los nobles que acompañaban a Su Majestad dieron muerte a los peones y sargentos que trataban de acabar con él y, finalmente, el ataque alemán fue decayendo ante el empuje de la infantería francesa apoyada por la caballería, que pasó a tomar la ventaja ya que en ese momento (3) los guerreros del duque de Borgoña habían rechazado el ataque de Ferrand de Flandes y acudieron a reforzar las líneas del centro. Al final, el propio caballo de Otón de Brunswick resultó herido, abandonando el emperador el campo de batalla y dando el triunfo a los franceses también en este sector.


Por último, cuando aún no había acabado la lucha entre la batalla de Felipe y la del emperador, se produjo el choque entre Renaud de Boulogne y el duque Guillermo de Salisbury –muy confiados al recibir gran número de tropas- y el ala izquierda francesa, comandada por Robert de Dreux y Felipe de Beauvais (4). Este combate fue mucho más igualado, y en él, a decir de Guillermo el Bretón, el conde de Boulogne luchó siguiendo una curiosa táctica:


“El conde Renaud de Boulogne, que no se había alejado de su gente ni por un instante, seguía dando tan dura batalla que nadie podía vencerle ni superarle. Utilizaba éste en la batalla un nuevo arte pues había distribuido un doble círculo de sargentos de a pie bien armados, compacto y apretado, a la manera de una rueda: en el interior se dibujaba un cerco con un solo acceso por el que se entraba cuando se hacía una pausa o cuando los enemigos lo acorralaban demasiado; numerosas veces hizo esto el conde...”


Pero la última refriega no podía durar mucho. Reforzadas cada vez más las tropas francesas por las otras dos divisiones victoriosas, los únicos aliados que quedaban ya en el campo de batalla comenzaron a cansarse y a dispersarse (5). Sin embargo, sólo después de que el caballo del duque Renaud de Boulogne hubiese caído muerto, atrapando al noble en su caída, dejaron de combatir los seis únicos caballeros que le acompañaban. Los demás aliados, entre 5.000 y 20.000, habían caido prisioneros, habían huido o estaban muertos. Sin embargo, a pesar de la duración de la batalla y del gran número de participantes en la misma, las fuentes hablan sólo de 169 caballeros aliados muertos y dos franceses, lo cual puede ser una evidente exageración pero, en todo caso, nos habla muy bien de la resistencia de las armas de la época, que al parecer en el caso de Bouvines empezaban a incluir ya piezas rígidas junto a la tradicional cota de malla normanda.


Muchos caballeros aliados fueron capturados y verían las prisiones de Felipe. Los condes Ferrand de Flandes y Renaud de Boulogne, principales instigadores de la alianza contra Felipe Augusto, recibieron un castigo especialmente ejemplar, ya que Otón les había prometido los condados de Péronne a Renaud y París a Ferrand, y efectivamente recibieron lo que se les había prometido: Renaud fue encerrado en la torre de Péronne y Ferrand encadenado en la torre del Louvre de París. William de Salisbury, Guillermo de Holanda, el conde de Teckelnburg y otros 25 nobles y 139 caballeros cayeron también en manos del rey francés. Sólo Otón IV de Brunswick, Hendrick de Bramante y Hugo de Boves lograron escapar.


Evidentemente, la coalición se disolvió tras la derrota. El 18 de septiembre de 1214, en Chinon, Felipe Augusto firmó una tregua de statu quo, por cinco años, con Juan sin Tierra que, no obstante, continuó acosando, en el Sur, los dominios de la corona francesa. El rey inglés regresó a Inglaterra en 1214. Después del tratado de Chinon, Juan sin Tierra abandonó todas sus posesiones del norte del Loira: Berry y Turena que junto con el Maine y Anjou fueron devueltos al dominio real, abarcando, así, un tercio de Francia que, singularmente ampliado, quedó libre de cualquier amenaza.


Las batallas de Muret y Bouvines, en poco más de un año de intervalo, supusieron para Felipe Augusto el comienzo de la ampliación y consolidación de sus fronteras norte y sur, y a pesar de que durante los siglos XIV y XV Francia aún tendría que sufrir una larga guerra de desgaste con su tradicional enemigo inglés, la monarquía gala quedaría definitivamente fortalecida con estas gloriosas victorias. Y si las Navas de Tolosa abrieron a Castilla las puertas de Andalucía y acabaron con el predominio almohade en la Península Ibérica, Aragón perdió a partir de Muret la oportunidad de engrandecer sus dominios en el Languedoc obligándole a concentrar su expansionismo hacia el Mediterráneo y el Imperio Germánico, Flandes e Inglaterra hubieron de renunciar a sus posesiones más allá del Loira al menos hasta que nuevos conflictos den lugar a más cambios.

1 comentario:

Boris dijo...

Hola

Aquí tienes un mapa de la batalla inédito.

http://i154.photobucket.com/albums/s251/Borisinmiedo/Mapas/6eccdfd2.jpg

Un saludo